10 diciembre 2022

Trinidad Grund y el naufragio del vapor Miño.

Crónica del naufragio del vapor Miño en el Estrecho de Gibraltar y una breve semblanza de Trinidad Grund, una extraordinaria mujer que sobrevivió a dicho naufragio y que gracias a su fe y creencias religiosas, superó con entereza varias tragedias familiares.

Trinidad Grund. Archivo desconocido

Trinidad Grund y Cerero del Campo nació el 28 de febrero de 1821 en Sevilla. Hija de Federico Grund Steiner, cónsul de Prusia en Sevilla donde casó con una sevillana, María Trinidad Cerero de Campos y Arroyal. El matrimonio tuvo trece hijos: Rafaela; Trinidad; Julia; Felisa; Federico; Clara; Constantino; Rodolfo; Gustavo; Guillermo; Juana; Sofía y Jorge.

Tras ser destituido del cargo de cónsul en Sevilla por discrepancias con el Gobierno del rey Federico Guillermo III de Prusia, Federico Grund se trasladó con su familia a Málaga sobre 1832, donde se relacionó con la alta burguesía malagueña, entablando amistad con  el que sería su futuro consuegro por partida doble, el poderoso industrial y empresario, Manuel Agustín Heredia Martínez, con el que compartiría negocios.


Archivo: Luis de Orueta


Llegados a Málaga, los jóvenes de la familia Grund-Cerero comenzaron a frecuentar las fiestas de la Alameda codeándose con lo más granado de la alta sociedad. En una de esas fiestas y tertulias, las hermanas Trinidad y Julia Grund conocieron a dos hermanos pertenecientes a una de las familias más adinerada e influyente de la Málaga decimonónica, los Heredia-Livermore. La fortuna de Manuel Agustín Heredia llegó a ser tan inmensa que llegó incluso a subrogarse en la Deuda que el Reino de España tenía contraída con Francia e Inglaterra, para la financiación de la guerra civil entre carlistas e isabelinos isabelinos [1] 

Archivo: Luis de Orueta


El día 2 de enero de 1848, Trinidad y Julia Grund Cerero casaron simultáneamente en la iglesia de San Juan, con Manuel y Tomás Heredia Libermore respectivamente, iniciando un viaje de novios de varios meses por Europa. Fue tan largo el viaje que, a la vuelta en barco, dio a luz a su primogénito Manolito en un hotel de Cartagena nacido sietemesino [2]. De vuelta del viaje se trasladaron a uno de los palacios propiedad de la familia en la Alameda.

Trinidad y Julia Grund. Archivo desconocido.


La vida de Trinidad transcurría feliz rodeada de lujo y comodidades. Podía haber sido feliz ya que lo tenía todo para serlo al desposarse muy enamorada de Manuel, primogénito de Manuel Agustín Heredia Martínez e Isabel Livermore Salas y heredero de una inmensa fortuna, pero, fatalidades del destino, la vida le golpeó muy duramente con varias tragedias familiares. A los cuatro años de su matrimonio, estando embarazada de su tercera hija, Manuel, su esposo, disfrutando de una agradable cena durante una cacería en Motril invitado por su hermano Tomás, que intentaba que se distrajera y superara una depresión que llevaba arrastrando un tiempo, se separó de los comensales y yendo a una habitación contigua se suicidó disparándose un tiro. A los pocos meses, Manolito, su primogénito, falleció con solo tres años de edad, a consecuencia de una intervención quirúrgica para intentar salvarlo de la difteria. Pasados unos años, sufrió la terrible perdida de sus dos hijas, María Isabel y Manuela en el naufragio del vapor “Miño” que relatamos a continuación.

A principios de la primavera de 1856 muy próxima a la Feria de Sevilla, una sobrina que vivía en esa ciudad, la invitó para que pasara esos días de fiesta allí, a la que se sumaron varios amigos de la alta sociedad malagueña y jóvenes de esas familias que les apetecía pasar unos días de diversión y ocio. Trinidad accedió a ir para que sus niñas se divirtieran y aprovechar al mismo tiempo para resolver unos trámites de herencia de sus padres.

El viaje decidieron hacerlo en barco ya que, en aquella época, los viajes por tierra eran impensables debido a  las incomodidades de viajar en diligencias por caminos intransitables y en pésimas condiciones, por tanto, la singladura sería en el vapor Miño una embarcación de lujo con todas las comodidades que navegaría bordeando la costa hasta Cádiz y desde allí hasta Sevilla.

Litografía del Miño realizada por J. McGahey, Se encuentra en el National Maritime Musem de 
Greenwich. Archivo: blog, Línea de Vapores Tintoré. 

Archivo: blog, Línea de Vapores Tintoré

El Miño pertenecía a la naviera Pablo María Tintoré & Cía. Era una goleta propulsada por hélice. Se construyó en el astillero: Sandycroft Foundry and Ironworks, de George Cram, situado cerca de Chester, en Gales (Reino Unido) [3] e iba comandada por el capitán Germán Marquillas. Esta compañía tenía una particularidad y era que, casi todas las embarcaciones tenían nombres de ríos. El barco zarpó del puerto de Barcelona con destino a Liverpool, haciendo paradas en Valencia, Málaga, Cádiz, Vigo y Coruña. A su paso por Málaga, el 28 de marzo de 1856, recogió 36 pasajeros, entre ellos  viajaban ocho miembros de los Heredia con sus respectivos sirvientes: Trinidad Grund con sus hijas, María Isabel y Manuela de seis y tres años respectivamente; Amalia y  María Heredia Libermore, sus cuñadas; Matilde de la Cámara Livermore y ocho personas del servicio; tres hijos de Martín Heredia Escolar: Eduardo, Federico y Elisa Mª de los Dolores; Cecilia Bardenburg Cerero, prima de Trinidad; las familia de Pedro Reboul, José Ferrari y Porral; también acompañaban como pasajeros, el  canónigo de la Santa Iglesia Catedral, José Fontana y Boscasa y un marmolista italiano, José Frapoli, que trabajó en el altar de la Catedral de Málaga. 

Durante la travesía, los pasajeros disfrutaban en cubierta de un mar en calma y una luna llena que lucía en un cielo límpido y sin nubes que nada hacía presagiar el terrible suceso que en breves horas acaecería.

En la madrugada del 28 al 29 de marzo, navegando a la altura del Cabo Carnero en el Estrecho de Gibraltar, una fragata inglesa a vela, el “HMS Minden” divisó al vapor “Miño”. Según declaraciones posteriores de Marshall el capitán del barco inglés, decía que había una intensa niebla,- con la climatología de esa noche hay opiniones diversas - a pesar de ello creyó que aunque el vapor estaba muy cerca, podría evitarlo fácilmente pero aseguró que en el último momento, cuando parecía que existía suficiente espacio para pasar ambos sin peligro de colisión, el vapor viró bruscamente a babor y se dirigió directamente hacia la proa del “Minden” de tal forma que este al tratar de esquivarlo, arremetió violentamente sobre un costado del vapor provocándole una enorme brecha.

En aquella época con los pocos medios que se disponía, cuando a un barco le sorprendía la niebla, el protocolo no era otro que hacerse “visible” parando los motores, encender todas las luces y tocar las campanas constantemente. 

Fue tan rápido y violento el encontronazo, que el “Miño” con un enorme boquete en un flanco se hundió con gran rapidez. Los supervivientes recordaban como si se tratara de la trágica escena de una película, a un sacerdote con sotana y birreta desde el puente del barco que estaba a punto de hundirse, dar la absolución sacramental a los infortunados pasajeros. El sacerdote que también sucumbió al naufragio se llamaba Rodolfo Millana, Magistral de la Catedral de Málaga.

Texto literal al pie de la fotografía: "NAUFRAGIO DEL VAPOR ESPAÑOL EL MIÑO. Ocurrido
 en la madrugada del 28 al 29 de marzo de 1856 en el Estrecho de Gibraltar, siendo embestido por
 el Transporte Yngles Minden tan violentamente que se sumergió a los tres minutos y perecieron
64 personas de las 85 que iban a su bordo distinguiendose por su gran valor y Sta. resignación el
 Sr D. José Fontana y Boscasa Canónigo de la Sta. Yglesia Catedral de Málaga.
 Archivo: Museo Marítimo de Barcelona"


Entre el caos y la confusión, Trinidad abrazó a sus hijas contra sí, pero el remolino que produjo el hundimiento del barco las succionó con tal fuerza hacia el fondo, que las niñas se soltaron de sus brazos perdiéndolas para siempre. Ella pudo salvar su vida, porque su vestido se enganchó con unas maderas desprendidas del barco que la elevaron a la superficie hasta mantenerla a flote. “Trinidad se había vestido ese día con un vestido de cretona almidonado y amplio vuelo, llevaba bajo el vestido un can-can de raso y encajes, ambas faldas alambradas por los bajos eran de grandes dimensiones y esbozaban una media capa a los dos lados del mismo, las faldas eran ligeras y vaporosas por lo que hicieron un efecto de flotador en el agua” [4].

El siguiente documento escrito en verso, relata de manera singular el naufragio:

Archivo: Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla



Archivo: Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla

Obviamente, este documento sitúa erróneamente el punto geográfico donde ocurrió el naufragio, ya que toda la documentación consultada, apunta que ese luctuoso suceso ocurrió en Punta Carnero en el Estrecho de Gibraltar y no en aguas de Estepona.

El siguiente documento, es una carta traducida del original manuscrito en inglés, que envió un amigo de la familia Heredia-Grund, Joaquín García de Toledo Harrison a su madre, Margaret Sophia Harrison residente en Portugal tras su boda en segundas nupcias con el aristócrata portugués, Luis Mascareñas. En la carta, le relata apesadumbrado a su madre el luctuoso suceso acaecido con el vapor Miño:






Archivo: Conchita Heredia de Seriere, del blog de Tomás Heredia Campos

Traducción al castellano del periódico gibraltareño, The Gibraltar Chronicle:

"Colisión Terrible.
Un Steamer hundido-Supuesta pérdida de 88 personas.

El vapor de hélice Miño, de Barcelona, comandado por el capitán G. Marquillas, que se dirigía de Barcelona, Valencia y Málaga, a Cádiz y Liverpool, colisionó, sobre las dos de la madrugada, frente a Tarifa, con el velero británico Minden, que partió ayer de nuestro puerto, a las doce del mediodía, a remolque del remolcador de vapor Bustler.

El vapor, que iba a una velocidad de diez nudos y cinco minutos después de chocar contra 88 personas, ha naufragado. Se supone que el capitán Marquillas se hundió con el buque.

Había, entendemos, a bordo del vapor 115, incluida la tripulación. Sólo se han salvado veintiuno, de los cuales diecisiete pertenecían a la tripulación. Entre los supervivientes se encuentran, don Eduardo Heredia, doña María Heredia, doña Trinidad Heredia y don José Frápoli que fueron recogidos y traídos aquí por el Minden".

Recorte del periódico gibraltareño, The Gibraltar Chronicle, de 29 de marzo de 1856


Los supervivientes fueron trasladados a Gibraltar. Doña Trinidad contrató un carruaje para reconocer personalmente la costa en busca de los cuerpos de sus hijas. El viaje además de infructuoso, fue accidentado ya que tuvieron un accidente al romperse los ejes del carruaje en el que viajaban. El delegado de la casa Heredia en Algeciras hizo salir una embarcación con 16 marineros para recorrer la zona en busca de cadáveres y, la iglesia católica también emprendió varias expediciones para tratar de encontrar a José Fontana Boscasa, canónigo de la Santa Iglesia Catedral con resultado negativo. Después de varias semanas de intensa búsqueda poniendo todos los medios a su alcance, doña Trinidad abandonó la búsqueda. Desconsolada, pero con gran entereza, regresó a Málaga nuevamente en barco, decía que no le daba miedo ni le importaba porque ya no tenía nada que perder. No regresó a su palacio de la Alameda donde vivió hasta entonces con su marido y sus hijos, ya que ese espacio le traería demasiados recuerdos y se trasladó con sus cuñados a una casa que los Heredia tenían en la Plaza de la Arriola.

En la iglesia de Los Santos Mártires se celebraron las exequias por las 64 víctimas que perdieron la vida en el naufragio.

Se incoó un expediente oficial que abrieron las autoridades para esclarecer los hechos- se encuentra en el Archivo Álvaro de Bazán de la Marina Española-. Con todos los datos recabados, el vicealmirante Casto Méndez Núñez emitió un veredicto donde culpabilizaba al capitán del vapor Miño: “[…]el choque fue motivado en gran parte por no haber practicado el vapor las maniobras oportunas[…]" [5] no sin eximir  la responsabilidad de Marshall, capitán del Minden, por no haber prestado el auxilio suficiente a los pasajeros del Miño, empleando poco tiempo para ello y regresar con premura rumbo al puerto de Gibraltar, dejando a su suerte a decenas de desdichados náufragos cuya única posibilidad de sobrevivir era recibir la ayuda de la tripulación de la fragata inglesa: “[…]no deja de ser extraño que estando próxima la amanecida no haya intentado aguantarse sobre el lugar de la catástrofe por si podía salvar a algunos de los desgraciados que hubieran podido mantenerse asidos a los restos de vapor Miño […]” [5]

Tras este trágico suceso, Trinidad, persona de fuertes convicciones religiosas y ferviente católica, creyó que haberse salvado del naufragio fue un designio de Dios. Su vida dio un vuelco y la consagró junto a su fortuna al servicio de los más desprotegidos. Dada su elevada posición social, logra involucrar a los más poderosos de la ciudad para que participen en sus labores benéficas.

Cumpliendo la voluntad de Manuel, su esposo, que su deseo hubiera sido crear una escuela para la formación de los obreros, sus viudas e hijos, Trinidad fundó en 1859 el asilo de San Manuel en unas tierras que la familia tenía en el barrio de El Bulto, poniendo a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl para la actividad docente. En 1861, junto a otras familias de la alta burguesía malagueña, participó en la creación del colegio San Juan de Dios y en la construcción del Asilo de los Ángeles. Creó el primer hospital dedicado a los heridos de la guerra de África y sufragó la construcción de la capilla del Hospital Civil colaborando con las Hermanitas de los Pobres; con la Casa de la Misericordia; la Casa Cuna y la Conferencia San Vicente de Paul.

Capilla del Asilo de San Manuel.
Archivo: web Colegio San Manuel, Hijas de la Caridad.

Asilo de San Manuel
Archivo: web Colegio San Manuel, Hijas de la Caridad


Recorrió los barrios más humildes de Málaga palpando de primera mano los problemas de sus moradores y las condiciones en que vivían. La gente la recordaban con su traje negro y el mantón, recorriendo personalmente los lugares más inhóspitos de la ciudad para dar ayuda y consuelo a los más desprotegidos de la sociedad. 

Trinidad Grund con los heridos de guerra en el Asilo de la Misericordia. Archivo: Luis de Orueta

 La escritora e investigadora, Ana María Espinar Casajú, cuenta la siguiente anécdota en la página de Facebook, Historia de Málaga:

“A comienzos del año 1886 los agentes que vigilaban las calles del centro de Málaga, estaban alertados de la presencia de un hombre y una mujer sospechosos de haber cometido varios robos. Tal día como hoy (13 de enero) en la Plaza del Obispo dos policías vigilaban la zona, esperando sorprender a uno de los ladrones que, al parecer, actuaba vestido de mujer. Lo sorprendente de la historia es que fue detenida una señora cuando pasaba por allí, que no era ni más ni menos que doña Trinidad Grund de Heredia, retenida hasta que se comprobó el error. Pocos días después los ladrones volvieron a actuar, esta vez en la Alameda de los Tristes, cuando robaron al ordenanza de la Intervención de los Ferrocarriles Andaluces. El hombre era de Granada y al no conocer las calles de la ciudad se acercó a una pareja para preguntar la dirección. Allí mismo le robaron todo lo que llevaba encima. El hombre disfrazado de mujer actuaba como gancho para atraer a los incautos”.[5-A]

Pasado unos años, su fortuna entró en declive sufriendo una gran merma. Fue el comienzo de la ruina de los Heredia. Tal era la abnegación y entrega por los más desvalidos que para poder seguir con su labor humanitaria, tuvo que vender muchas de sus propiedades.

A pesar de los reveses económicos fue una mujer muy emprendedora y adelantada a su tiempo ya que, en aquella época, puso en valor las aguas termales del pueblo de Carratraca, - municipio donde construyó un palacete de estilo neo mudéjar diseñado por Guerrero Strachan, donde disfrutaría con sus sobrinos largas vacaciones-,  a la vez que impulsó lo que ahora llamamos un pack, que consistía en un circuito de ocio para turistas entre el balneario del pueblo y la prehistórica Cueva de Ardales que alberga importantes pinturas rupestres, siendo  la primera cueva que se explotó turísticamente en España. 

Balneario de Carratraca. 1902. Archivo: Ana Teresa Benavides.

Gracias a ella y su gran influencia con la burguesía malagueña, fue lugar de moda y un destino turístico donde se daba cita la aristocracia y grandes personajes del mundo del arte,  la política, las finanzas... Se dice que en el balneario se reservó una estancia para la Emperatriz Eugenia de Montijo, aunque nunca llegó a visitarlo. También se cuenta que esas aguas medicinales curaron una afección que sufría Lord Byron, siendo visitada por viajeros ilustres como Alejandro Dumas, Rilke; Teophile de Gauthier; Hans Chistian Andersen o el mismísimo Fernando VII.

Palacete de doña Trinidad Grund en Carratraca. Archivo: web todocolección.net

Palacete de doña Trinidad Grund en Carratraca. Publicado por Diario SUR.

Entrega de llaves del palacete de doña Trinidad Grund,  
actual Ayuntamiento de Carratraca. Archivo: Joaquín José


En 1865, le fue concedido el título de Dama Noble de la Orden de María Luisa por la reina Isabel II, distinción que como ferviente católica rechazó, manifestando su disconformidad con el Gobierno de España por reconocer al nuevo Reino de Italia tras haber usurpado gran parte de territorios de los Estados Pontificios: “Excmo. Señor. Me apresuro a devolver a vuestra excelencia el título de Dama Noble que la generosa bondad de S.M la Reina se dignó conferirme porque considero mi primer título de nobleza el protestar del modo que me es dable contra tan funesto reconocimiento y el proclamar mis sentimientos de amor y de fidelidad para nuestro glorioso pontífice Pío Nono Vicario de nuestro Dios y Redentor Jesucristo. Málaga 25 de Julio de 1865. Trinidad Grund de Heredia.” [6]

Durante la Revolución de 1868 conocida como La Gloriosa, iniciada en Cádiz y que desató la sublevación contra el régimen monárquico por el descontento del pueblo, causando el destronamiento y exilio de la reina Isabel II, Málaga era un hervidero de anarquía y caos. No había seguridad en las calles. En aquellos días, gente armada cercana a la Catedral, invadió el Palacio del Obispo, instalándose en el salón del trono la Junta revolucionaria, amenazando con la destrucción de los conventos. Al enterarse doña Trinidad que las monjas asustadas, temían por su expulsión e integridad, cogió su negro manto, se presentó en la plazuela del Obispo y penetró en el palacio atravesando un grupo de gente armada que, conociendo su trayectoria, respetuosamente le abrían paso. Llegó al salón donde deliberaba la Junta Revolucionaria y plantándose ante el cabecilla le exigió protección para las religiosas. Con esta acción salvó muchos conventos de la destrucción, ayudó al traslado de monjas de otros que ya habían destruido y a recoger los restos de las sepultadas de los monasterios derribados. Parlamentó con la Revolución y con su jefe que reconoció la labor humanitaria de esa extraordinaria mujer, dando las órdenes oportunas para que cesara la destrucción de monasterios. 

En la necrología que escribió el ministro Francisco Silvela, esposo de su sobrina, Amalia Loring y Heredia, relata lo que en su lecho de muerte, momentos antes del óbito le pidió doña Trinidad. Fue la despedida de la vida terrenal de una tía conversando con un sobrino y, a la vez, -siempre pensando en el bienestar de los demás,- al ministro, haciéndole una serie de consideraciones y súplicas, para que en la medida que pudiera, velara por hacer un mundo mejor: “Has venido muy tarde este año, y yo te esperaba con impaciencia, aunque estaba muy segura de que no me había de morir hasta haberte hablado; por eso encargué que vinieras aquí desde la estación, aunque tú, sabiendo como estoy, lo habrías hecho sin decírtelo. Nunca te hablé de política, ni es bien que las mujeres hablen de ella; pero yo no soy ya una mujer; yo soy un alma que se va, y que antes de comparecer ante Dios, quiere decirte lo que siente y o que se ve en esta hora, que es de claridad y de luz, cuando de veras es la última, como es ahora la mía.

                  No creas nunca, ni pienses, ni dejes entender a los demás que lo piensas, ni les induzcas a creer jamás, que la política, que es el negocio más importante de la vida, se puede ni se debe separar de la religión y la fe: en estas se encierran todas las enseñanzas prácticas de la moral, y en ellas está el alimento preciso del espíritu, sin el que los hombres necesariamente se corrompen y se envilecen, y los pueblos se pierden, se acobardan, y si les llega un momento de peligro, se humillan, o se desesperan y destrozan.

                  Gran daño fue para España perder su Unidad Católica; y cuando se hizo la Restauración, yo escribí a Cánovas y firmé exposiciones e hice lo poco que yo podía, para ayudar a restablecerla; pero si ya no tenéis fuerza para volver atrás, no perdáis por eso como idea, que debéis profesar sobre todas, la de que las leyes que hagáis, y la conducta que sigáis aplicándolas, se dirijan a mantener viva en los corazones sencillos del pueblo, la fe en el Dios del cielo, y en los Santos y las Vírgenes de sus altares; y en el alma del soldado y en la conciencia del juez, ese sentimiento de una vida eterna, y de un Ser que es Soberano de nuestras almas, y que ha de juzgarnos y premiarnos, e igualarnos a los felices y a los desgraciados, a los grandes y a los pequeños.

                          No sabéis bien, los que no tratáis al pueblo en los dolores de su hogar, que recursos encuentra el alma en la fe, en los momentos de prueba, aun en aquellos que han aprendido y practicado poco y mal, pero que han creído y han amado algo espiritual y sobrenatural, siquiera en algunos días de su vida.

                         Ya sé que los pueblos viven mucho, y resisten muchos errores de las leyes y de los gobiernos; pero los que dirigís conciencias ajenas, tenéis gran deber y pesada responsabilidad en dirigirlas al bien, con la acción y con el ejemplo, y piensa que te lo dice una moribunda, que ha pasado la mayor parte de su vida consagrada a consolar desgracias. Yo no sé bien lo que tú podrás hacer, ni lo que la política en España puede hacer por la Religión y la fe católica, pero tú lo debes saber, y lo que yo ante Dios y en la hora de mi muerte te digo, es, que aquello que puedas hacer lo hagas, y que lo que te parezca que no puedas hacer, lo intentes; porque el consuelo para el que sufre, la energía para el que pelea, el amor a la justicia en el manda o en el que juzga, y la resignación en el que obedece, todo lo que es bueno, y lo que se pide a un gobierno y a un pueblo bien ordenado, todo, todo todo, se aumenta y se sostiene, y vive, y se multiplica por la religión y la fe. Adiós, ya no nos veremos más; vete a descansar al campo, que lo necesitarás; yo no deseo morir, quiero a los míos, y me queréis todos; me hallo bien sobre la tierra; pero quiero sobre todas mis aficiones y deseos, lo que sea la voluntad de Dios, y siento que mi hora se acerca; recibe mi bendición y di que dejen sola; este es el último esfuerzo que hago por las cosas de este mundo; me he cansado; ya no quiero pensar sino en Dios” [7]  

Archivo: Biblioteca Nacional de España


Falleció el 31 de agosto de 1896, a los 75 años, en su casa de la calle Peligro, la que posteriormente pasaría a denominarse, calle Trinidad Grund. Fue uno de los entierros más multitudinario que se recordaba en Málaga. En vida, le propusieron  si querría ser enterrada en la girola de la Catedral, pero ella declinó tal deferencia decidiendo que fuera junto a su esposo en el panteón de los Heredia en el Cementerio de San Miguel. Antes de fallecer, cedió una parte del panteón donde reposaban los restos mortales de sus padres, Federico Grund y María Trinidad Cerero, para que fueran enterradas las monjas de la congregación, Hijas de la Caridad con las que inició la fundación del Asilo de San Manuel.

Panteón de los Heredia. Archivo: web  Cementerio de San Miguel



Cripta del panteón de los Larios en el Cementerio de San Miguel. Archivo web oikos-paint.es

Como datos complementarios y curiosos, añadir que, pidió que el vestido que le había salvado del naufragio - según ella, fue una señal divina que Dios la hubiera dejado con vida, para que pudiera trabajar en pro de los más desamparados de la sociedad-, se lo pusieran el día de su fallecimiento como mortaja. Vistió toda su vida de luto, y tras el naufragio, jamás volvió a comer pescado. Fue la única mujer que Málaga dio su nombre a una calle, paralela a la Alameda Principal y también una plaza, el conocido como Llano de la Trinidad, aunque su nombre correcto, es Plaza de doña Trinidad Grund. En dicha calle y en el palacio del mismo nombre, se alojó brevemente José Bonaparte, hermano de Napoleón a principios de 1810 durante su visita a Andalucía. En Carratraca construyó una ermita, con tan mala fortuna que, justo el día antes de su consagración, un rayo la destruyó.

 Esquela mortuoria de aniversario publicada en Diario Sur


· Referencias

[1]     DE ORUETA, Luis. Las Hermanas Livermore.

[2]     Diario Sur Digital

[3]     Blog Línea de Vapores Tintoré. José Carlos Díaz Peláez

[4]     Historia de Málaga, Mercedes Sophía Ramos Jiménez

[5]     Informe de la Marina Española redactado por el contraalmirante Casto Méndez Núñez

[5-A] Ana María Espinar Casajú

[6]  Carta de Trinidad Grund visionada en el documental, Trinidad Grund. Una historia      sumergida trinidad grund una historia sumergida - Buscar con Google

[7]   Necrología de Trinidad Grund escrita por Francisco Silvela


· Fuentes

. Mujer emprendedora

. Archivos Canal Sur

. La Opinión de Málaga

. Web Málaga en el Corazón

. Web Cementerio Histórico de San Miguel

. El Avisador Malagueño

. Web Ancestry

. Blog Línea de Vapores Tintoré

BOJA nº 48 de 10 de marzo de 2006, pág. 85 y 86, párrafo 2.23

. Web marenostrum.org

. Blog de Tomás Heredia Campos, Martín Heredia Escolar

. Web Lugares con Historia 

Necrología de Francisco Silvela

. Web Colegio San Manuel, Hijas de la Caridad

. Mujeres en la historia

 

· Bibliografía

. HEREDIA GRUND, María Pía. Memorias de una nieta de don Manuel Agustín Heredia. Madrid 1955. 

. DE ORUETA, Luis. Las Hermanas Livermore

 










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