16 enero 2022

EXTRACTOS DE LIBROS DE ESCRITORES QUE PASARON POR ESTEPONA

                       Extractos de libros de escritores y viajeros impenitentes, que pasaron por Estepona en los siglos XVIII y XIX y que dejaron reflejado en sus escritos, su impresión y conocimiento de nuestra villa en la época que la visitaron.

                              Conforme vamos leyendo los escritos, veremos que en muchos de ellos, el eje principal son las relaciones comerciales entre Estepona y Gibraltar.

                        La mayoría están escritos en inglés, y en menor medida en orden decreciente, en francés, español, italiano y alemán. 


A JOURNEY FROM GIBRALTAR TO MÁLAGA (Viaje de Gibraltar a Málaga)
Francis Carter 
Publicado en 1777.  Traducido del inglés.
Archivo: Biblioteca Nacional de España.

                             “[…], llegamos a Estepona después de seis horas de viaje desde Guadiaro: entre Gibraltar y Estepona pasamos doce grandes arroyos.

                       Un arroyo es propiamente un pequeño río donde el agua no es constante y perpetua, sino por las lluvias que descienden de las montañas vecinas en invierno, y el derretimiento de la nieve en verano; cuando estas dos circunstancias concurren en el mismo arroyo, es tan caudaloso y rápido como un río, y son cada vez más violentos y peligrosos después de la estación de las lluvias.

                       Desde la costa de Gibraltar a Estepona, y dos leguas más allá, está sumamente yerma, continuando la sierra como a una legua de la orilla: este camino no se transita en el invierno, por los muchos ríos y arroyos que se cruzan, estos son tan impetuosos después de las lluvias, que son capaces de arrastrar a las bestias cargadas y caballos al mar; esto le sucedió la semana anterior a un soldado con un buen caballo en el que cabalgaba y algunas bestias de carga cuando intentaba pasar el río Verde, por un vado, a una legua del Mediterráneo.
                               ESTEPONA. 
                      En Estepona, un pueblo pobre y moderno, nada digno de mención; hace algunos años fue muy próspero ya que enviaban barcos con víveres a Gibraltar, por lo que recibían a cambio dinero y mercancías; pero en los últimos años, el rey de España ha puesto fin a ese comercio y los habitantes han vuelto a su pobreza original. El casco antiguo de este nombre, y que Ismael, rey de Granada, entregó a los españoles en el año 1318, estaba situado tres leguas más hacia el Este: en 1456, Enrique IV de Castilla se encontraba en esta costa, y encontró la ciudad en ruinas, la trasladó a donde está ahora; tentado por la comodidad de la playa, que, aunque abierta y expuesta a los vientos del este, es un camino muy seguro para embarcaciones y embarcaciones pequeñas, o incluso grandes, ya que el terreno es bueno y se puede fondear a 25 brazas frente al pueblo: Don Juan Pacheco, marqués de Villena, lo habita; los vecinos que hay no superan las 200 familias.

                            CILNIANA. 
                         Saliendo de Estepona, continuamos al día siguiente avanzando por la costa unas tres horas, donde se ven las ruinas del Estepona La Vieja, muy probablemente Cilniana, y en aproximadamente una hora más llegamos a las orillas de un río ancho y rápido, llamado por los españoles Guaifo; más allá, como a un cuarto de milla, están los restos de otra ciudad romana: está aquí (confiándome la situación y comparando cuidadosamente todo lo que se ha escrito de manera tan diversa sobre esta costa) creo que podemos deducir que es Salduba sin temor a equivocarme.
 
                            SALDUBA
                      El padre Flores, engañado por Don Macario Fariña, y sin haber examinado nunca él mismo el lugar, ha cometido un grave error en el 12 vol. de su España Sagrada, sin hacer caso de las ruinas de Estepona La Vieja, hará que estas (llamadas por los españoles Las Bóvedas, por las bóvedas y pasajes subterráneos aún distinguibles) sean Cilniana, situando a Salduba en la orilla oriental del río Verde; y como no se podían rastrear tales ruinas, ha imaginado que han sido tragadas por el mar.

                       Hay que admitirlo, Don Macario Fariña era un anticuario muy sabio, y hacía observaciones en el acto; lo mismo hizo don Luis Velásquez después de él, y a expensas de Fernando VI, en 1754: Es su indicación la  que he seguido, habiéndolo comprobado por mí mismo; Al encontrarme que lo que apuntaba concuerda exactamente con lo que vi, me quedé la mayor parte del día entre las ruinas de Salduba, y visité los muros aún en pie, al menos los cimientos de ellos: mi búsqueda de una escritura para poner el asunto fuera de peligro. La búsqueda  fue en vano; de hecho, no podía esperar encontrarme con ninguno después de los esfuerzos infructuosos y repetidos del caballero antes mencionado: la antigua Salduba había sido indudablemente en ruinas, y los moros, que la habitaron durante siete siglos, fueron los rudos.
                  De Velasco, marqués de Val de Flores, Caballero de la Orden de Santiago y miembro de la Real Academia en Madrid.
arquitectos de las paredes, y todos los cimientos ahora visibles. La situación de este pueblo estaba en la cima de un promontorio empinado, mirando al mar, entre el cual y la colina no podía pasar una bestia, posición deseable para los antiguos; pero la prueba más contundente se deriva de su nombre, Salduba, o lugar de sal: el recuerdo de estos pozos de sal aún está fresco en la memoria de los españoles: Don Luis Velásquez nos asegura que aquí se hacía sal no hace muchos años. , cuando el lugar no estaba del todo abandonado, en su época aún quedaban en pie los restos de un acueducto, ahora bastante retirado; la falta de agua dulce probablemente obligó a los habitantes a establecerse en otros lugares. Plinio parece situar a Salduba junto a un río: << Barbesula cum fluvio, >> ítem Salduba >> que destaca bien
 lib. III. cap. I. 
con Las Bóvedas, estando tan cerca del Guaifo.

                             El ingenioso autor De la Science des Medailles, ha citado una moneda de Pompeyo Sexto   con esta inscripción, SAL, que interpreta que será Salduba; pero Flores no admite a Salduba entre los pueblos que tuvieron ceca. Es cierto que Pompeyo Sexto tuvo durante muchos años gran mando y después de la batalla de Munda, y ocio para acuñar moneda en Salduba, nombre que llevó Sarragofa en Aragón como mujer, anterior al que le impuso Augusto de Caesarea Augusta; pero con la imagen de Pompeyo Sexto  nunca ha aparecido ninguna moneda; nuestra Salduba parece haber sido un pueblo de importancia, ya que Plinio, al enumerar los que eran tributarios a cada lado de ella, pasa por Salduba, dando así lugar a conjeturar que era un municipium.

                          Pomponius Mela ha hecho un revoltijo de lo más confuso de los pueblos de esta costa; ha puesto a Sohail y Salduba por aquel y este lado de Málaga, creyendo que el itinerario de Antonino ha fijado indiscutiblemente al primero en Fuengirola, tres leguas al Oeste de Málaga[...]”.

Biblioteca Nacional de España

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DERROTEROS DE LAS COSTAS DE ESPAÑA EN EL MEDITERRANEO …
Vicente Tofiño de San Miguel
Publicado en 1787
Archivo: Biblioteca de la Universidad de Toronto

Extracto literal:
                           “[…] Média milla de la Torre al N. 37º E. se halla un Islote pegado á la Playa nombrado de las Palomas. Al mismo rumbo de la citado Torre, y á distancia de média legua, se halla la Torre de Arroyo Baquero, y al N. 46º E. distancia 2 millas está la Torre de Salvieja, de la qual al S. 50º E. ½ de milla está la Punta de la Doncella, que es la meridional occidental de la playa de Estepona, siendo la de Mármoles la oriental septentrional, entre las quales, que distan una milla, hay buen fondeadero para embarcaciones chicas por 4 brazas, y para las grandes de 15 á 20, con abrigo de los vientos del 4º quadrante, fondeando frente de la Población de Estepona, que está cerca de la playa, á una milla de distancia. A la parte del O. de Estepona se halla el Rio Monte Roxo, caudaloso en invierno, y en verano no le falta agua de donde se proveen, y de otra aguada que está en la playa frente del Lugar.

                     Al N. 40º O. de Estepona 4 ¾ millas de distancia está una grande Sierra conocida con el nombre de Sierra de Estepona por los navegantes y por los naturales del país con el de Real de Sierra Bermeja, á causa de un Castillo, en el que se custodiaban las personas Reales de los Moros y que se ganó en una Batalla.

                       Al N. 60º 30 E. de Estepona está la Torre de Gualmaza 4 ¾ millas distante situada en una llanura, y de ella la distancia de 2 cables sale una punta de arena, en cuyo extremo hay una Restinga de piedras que se avanza médio cable al S. ¼ SO. En ese intermédio están las Torres del Padrón, y la de Albelerin en playa límpia y con arroyuelos […]

                         Al N 77º E. 2 ¾ millas de la Torre de Guamaza se halla la de Baños situada en un arenal al N. 50º O. de la Punta de su nombre distancia ¼ de milla, es muy baxa y lìmpia, mediando entre las dos Torres otra que dicen del Saladillo al N. de la qual 3 millas distante se ve un montecillo notable con un Castillo arruinado, con el nombre de Monte Mayor […]

                       Al N. 39º O. del Castillo de San Luis 2 ¾ millas está lo mas alto de la Sierra de Marbella, y al N. 12º O. 2 ½ millas el Picacho de Juaná: y estando estos dos puntos como también la Sierra de Estepona en su verdadera situación en la Carta, pueden qualesquiera de ellos servir en tiempo obscuro que no se vea el Monte de Gibraltar, para saber donde se está, y el rumbo que se debe hacer para zafarse ó para buscar la Punta de Europa. […]”.

Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Año 1786



Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Año 1786 

Vicente Tofiño de San Miguel, año 1787. Biblioteca de la Universidad de Toronto


Vicente Tofiño de San Miguel, año 1787. Biblioteca de la Universidad de Toronto

Vicente Tofiño de San Miguel, año 1787. Biblioteca de la Universidad de Toronto


VIAGE DE ESPAÑA...
Antonio Ponz
Publicado en 1794
Archivo: Biblioteca Nacional de España

Extracto literal del tomo XVIII y último, del viaje que realizó Antonio Ponz Piquer por España. Este volumen se editó póstumamente. Al quedar inconcluso a la muerte del autor, lo acabó su sobrino José Ponz.

                          “[...]63 Manilva está en una elevación que es parte de estas Sierras. Luego que se baxa ella para ir á Estepona, que dista dos leguas, se camina por terreno mas llano. Todas las faldas de mano izquierda están cultivadas de viñas, cuyo licor está muy acreditado, y lo mismo los higos, las uvas y otras frutas.

                           64 Estepona, en donde me detuve poco, se me figuró de unos quatrocientos vecinos, con su Parroquia, Convento de Terceros de San Francisco y Hospital. No me parece que Astapa fuese la que se ha tenido por tal, y ahora llaman Estepa en el Reyno de Sevilla cerca de Écija, sino este Pueblo de Estepona: aquella se llamó sin duda Municipium Ostiponense, y no fue la Astapa que han creido con Morales otros célebres Antiquarios. El Señor Don Francisco Bruna tiene en su Gabinete de Sevilla documentos claros, así en medallas como en mármoles, que demuestran no haber sido Astapa la Estepa del dia, sino que ésta fue el Municipio Ostiponense; y por consiguiente habrá sido Astapa Estepona, la que, según Titolivio, no quiso Lucio Marcio que se asolase por la famosa defensa que hizo. Esto será bien que lo especule nuestro amigo, y entre tanto voy á continuar mi Itinerario.

                       65 Desde Estepona á Marbella se andan cinco leguas. Es una pequeña Ciudad que no me pareció mucho mayor que Estepona. Se camina por la Costa marítima con mucho recreo de la vista del mar á la derecha, y de la Serranía y sus frondosas faldas á mano izquierda; pero se atraviesan varios riachuelos y torrentes intransitables en las grandes lluvias: me dixeron los nombres de algunos; es á saber: el Paredon, Castor, Belerin, Guadalmarza, Rioverde y otros; todos desprovistos de puentes, lo que es causa de muchos trabajos  [...]”.

 Biblioteca Nacional de España

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Web de venta de antigüedades

A VIEW OF SPAIN; COMPRISING A DESCRIPTIVE ITINERARY,... (Una vista de España...)
Alexander de Laborde
Publicado en 1809. Volumen III. Traducido del inglés
Archivo: Biblioteca de la Universidad de Harvard 

                          “[…] Las siguientes cinco leguas, de Marbella a Estepona, discurren por un terreno llano. El camino está a un cuarto de milla del mar y se extiende de este a oeste. El mar está en el sur; y, por el norte, una cadena de montañas se une a la de Ronda. Veis, en una eminencia del camino, una cantera de lapislázuli, o pizarras, que antes hemos citado. Toda la zona está yerma, excepto aproximadamente una legua entre los ríos Guadaiza y Guadalmina, que está finamente cultivada y sembrada por cañas de azúcar. Este atractivo cultivo, incluyendo los viveros de Estepona, que nacen en el río Velerín, se extiende media legua más allá. Todo lo demás es barbecho de desecho, y se utiliza únicamente para el pastoreo.

                  El camino está cruzado por varios arroyos y ríos; en invierno es bastante intransitable y ocasiona numerosos accidentes. Los ríos se llaman Río Verde, Guadaiza, Guadalmina, y los riachuelos dos Hermanas, Tarage, Guadalmanza, Las Cañas, Velerin, Castor, Padrón, Cala, y otros varios, siendo en total catorce.

                        El pueblo de Estepona está situado a los pies de Sierra Bermeja, en la orilla del mar; podemos ver una serie de elegantes casas frente al mar. Los habitantes, de aproximadamente dos mil quinientos, son pescadores, labradores, ganaderos, jornaleros y otros; debe su población a la ruina y deserción de Marbella. El distrito es de cinco leguas cuadradas, y las tierras del monte una milla de extensión; los viñedos adyacentes producen un vino fuerte y excelente, algunas abejas, y en algunas partes crecen helechos, que sirven tanto para pasto como para combustible. La zona llana produce verduras, higos, naranjas, limones y varias otras frutas. Los ingresos de la ciudad son de tres mil quinientos reales al año, contiene una parroquia, un monasterio de franciscanos y un hospital, que es pequeño y mal arreglado. En los últimos años, la población ha aumentado considerablemente y los antiguos límites se encuentran ahora en el centro de la ciudad. Poseen los habitantes sesenta barcos, de veinticinco a treinta toneladas, que emplean para llevar fruta a Cádiz, Isla, Málaga y otros lugares de la costa. El comercio del lugar consta de tres hornos de tejas, tres alfarerías y una veintena de telares para hacer ropa blanca. Hace unos diez años se descubrió una cantera de pizarra, a legua y media al norte de Estepona, en el dominio de Benahavis, pero no se aprovecha […]”.


Archivo: Biblioteca de la Universidad de Harvard


Archivo: Biblioteca de la Universidad de Harvard


TRAVELS IN THE SOUTH OF SPAIN, IN LETTERS WRITTEN A.D 1809 and 1810 (Viajes por el sur de España,...)
William Jacob.
Publicado en 1811. Traducido del inglés
Archivo: Biblioteca Pública de Nottingham.


                    “[…] llegamos al pueblo de Estepona, donde, después de un largo y cansado viaje, nos alegramos de poder refrescarnos.

                       Las sillas de montar españolas son muy cortas en el asiento, y tienen salientes delante y detrás, para evitar que el jinete se resbale, ya sea en ascenso o descenso de montañas empinadas, y en consecuencia es necesario mantener las piernas casi en línea recta, una posición al principio muy fatigosa, pero que da un asiento más firme que nuestra forma de cabalgar; cuando te acostumbras, sin embargo, se vuelve agradable.

                     Estepona es un pueblo de pescadores, con cerca de mil familias; pero que sufrió mucho durante la fatal epidemia del año 1804, por eso es que su población es pequeña, en comparación con el número de familias, que casi todas subsisten de la pesca, o de los frutos que cultivan y transportan a Gibraltar. Visitamos un convento franciscano, donde solo había catorce monjes, estos parecían vivir en un estado miserable: su iglesia no tenía nada que mereciera ser mencionado, y solo nos complació el respeto y la atención que los padres de allí prestaron a nuestros uniformes ingleses, que seguramente atraerán la atención y la cortesía de todo el clero.

             Después de una cena compuesta de sardinas, un pequeño pez capturado en grandes cantidades en esta costa, salimos de Estepona y continuamos nuestro viaje por la costa del mar. Fue una suerte que el tiempo fuera últimamente seco, pues cruzamos, entre el Guadiaro y este lugar, por los cauces de al menos catorce grandes arroyos, o arroyos estacionales, que cuando llueve se vuelven intransitables […]”.

Biblioteca Pública de Nottingham


Biblioteca Pública de Nottingham


DESCRIPTIVE TRAVELS IN THE SOUTHERN AND EASTER PARTS OF SPAIN... (Viajes descriptivos en el sur y oriente de España...)
Sir John Carr, KC
Publicado en 1811. Traducido del inglés
Archivo: Biblioteca Pública de Nueva York


                       “[…] Durante la primera hora y media, nuestro camino transcurría por un terreno alto y penoso, después del cual, el paisaje mejoró, y nos obsequió con la vista de alcornoques, adelfas y arbustos, en gran abundancia; pero, por otro lado, nos entristeció la visión de varias cruces colocadas en pequeños montones de piedras, cada una denotando que se había cometido un asesinato en el lugar. Cruzamos el Guadiaro y, como acostumbran a calculan los españoles, estaríamos a unas ocho horas y a unas veintiocho millas hasta Estepona de nuestra primera etapa. En nuestro camino pasamos por varios melonares, pero el campo estaba poco cultivado. La orilla del mar, cuyos guijarros destacaban por su transparencia, era muy hermosa. La ciudad se encuentra cerca de la costa, al pie de la Sierra Bermeja, y tiene una apariencia hermosa y pintoresca, muy parecida a la antigua ciudad de Andernach en el Rin. La población es de entre dos y tres mil habitantes. De allí se exportan buenos vinos, frutas y carbón vegetal en cantidades considerables. Cenamos en una buena posada. Cerca de esta ciudad, comienzan las torres almenaras, ahora introducidas en las costas inglesa e irlandesa.

                           Nuestro viaje a Marbella, donde íbamos a dormir, fue en parte sobre llanuras y en parte sobre montañas escarpadas, escarpadas y rocosas, con grandes paisajes hermosos. Cruzamos el Guadalmanza, el Verde y numerosos ríos menores [...]".

Biblioteca Pública de Nueva York

 
TRAVELS IN ENGLAND, FRANCE, SPAIN AND THE BARBARY STATES, IN THE YEARS 1813-14 AND 15 (Viajes por Inglaterra, Francia, España y los Estados Berberiscos,…)
Mordecai Manuel Noah.
Publicado en 1819. Traducido del inglés.
Archivo: Biblioteca Astor (Nueva York).

“[…]Paramos en Estepona para pasar la noche; una pequeña ciudad. Nuestra casera nos hizo pasar a una habitación con ventanas enrejadas; no tenía más que leche fresca y pan integral para darnos, que sirvió en un plato de barro; el hambre me dio apetito, extendí mi colchón con el que viajaba, sobre el piso de ladrillos, y descansé profundamente durante la noche; al amanecer me levanté, mi ventana daba a una pequeña plaza, algunos ancianos paseaban de acá para allá, sonó la campana de la primera misa; toda la gente que vi me pareció muy mayor y decrépita. No vi a ninguna persona joven. Esta ciudad fue construida por los romanos, y se libraron varias batallas entre esta y Marbella[...]". 

Biblioteca Astor (Nueva York)

Biblioteca Astor (Nueva York)

EXCURSIONS IN THE MOUNTAINS OF RONDA AND GRANADA,... (Excursiones por las montañas de Ronda y Granada,...)
Capitán, Charles Rochfort Scott.
Publicado en 1838. Traducido del inglés.
Archivo: Biblioteca de la Universidad de Toronto.


                       “[…] Manilva se encuentra a unos once kilómetros de Estepona. La primera parte del camino pasa por campos productivos; esta última por la orilla del mar, al llegar a la cual desemboca en la carretera de Gibraltar a Málaga.

                          No hace muchos años que Estepona era un pequeño pueblo de pescadores, construido al amparo de uno de los castillos que custodian la costa; pero el castillo se encuentra ahora en medio de una próspera ciudad, que tiene 6000 habitantes.

                         El pescado que se extrae aquí se encuentra listo para la venta en la Serranía, adonde se transporta en estado medio salado; a lomos de mulas o asnos. La sardina se encuentra en esta costa en gran número; es un pescado delicioso, de tipo arenque, pero de sabor más delicado.

                      Los campos de Estepona son muy fructíferos; y de allí se exportan naranjas y limones en gran cantidad, la mayor parte a Inglaterra. El lugar está a veinticinco millas de Gibraltar (por la carretera), y dieciséis de Marbella. Para este último el camino es muy bueno.

                    Un paseo de lo más delicioso se ofrece para volver desde aquí a los baños de Manilva, pasando por Casares. El camino, durante los primeros kilómetros, se mantiene bajo un valle profundo y revestido de pinos de la Sierra Bermeja, y luego, dejando a la derecha el camino de montaña a Gaucín (mencionado en un capítulo anterior), se adentra en un campo cruzado serpenteando por el borde de varios barrancos profundos, sombreados por arboledas de castaños, e inmediatamente se llega a Casares; dejando un gran convento, situado en la ladera de una escarpada orilla, a la izquierda, justo antes de entrar en la estrecha y rocosa población [...]".

Biblioteca de la Universidad de Toronto

Biblioteca de la Universidad de Toronto

THE MEDITERRANEAN SEA;...(Mar Mediterráneo;...) 
John Purdy 
Publicado en 1840. Traducido del inglés
Biblioteca de la Universidad de California en San Diego

                           "[...]ESTEPONA.- Las dos ciudades principales entre Gibraltar y Málaga, son Estepona y Marbella. De éstos, Estepona es la más grande y considerable; la iglesia, con su alta veleta, es algo a destacar. El pueblo se encuentra cerca de la orilla en la parte baja que se extiende hacia el sur de la Sierra Bermeja, (pronunciado Bermeja,) que también se llama la Montaña de Estepona.

                              La Punta de la Doncella, que forma el lado occidental de la pequeña bahía de Estepona, está a 3 ½ millas al N.E. por E. ¾. de Punta Mora. El N.E. El punto de la misma es Punta Mármoles: entre las dos, que están a una milla de distancia, hay un buen camino para embarcaciones pequeñas de 4 brazas, y para embarcaciones más grandes de 14 a 18 brazas, con refugio de los vientos del noroeste, frente a la ciudad de Estepona, que se encuentra a una milla de la costa. El rumbo directo y la distancia a este lugar, desde Punta Europa, son N.E. ½ E. [N.N.E. ½ E,] 7 leguas. Se dice que hay un banco de arena a unas 3 millas al S. por E. [S.E. por S.] de Estepona, que debe evitarse con cuidado.

                            En la vertiente occidental de Estepona se encuentra el río Monterroso, donde, incluso en verano, se puede beber agua fresca en abundancia. En la playa, antes del pueblo, hay además otro abrevadero.

                                 Al N.W. de Estepona está la sierra alta, denominada Sierra de Estepona, o Bermeja, como cité en la página 15, y que constituye una excelente marca para toda esta costa. La torre de Guadallmanza se levanta sobre una llanura, a 4 ¾ millas al E. ¾ N. de Estepona: una punta Arenosa se extiende hacia el sur, a la distancia de dos cables de longitud.
                               En cualquier parte de la costa desde punta Europa, los barcos pueden anclar, con los vientos del oeste o el noroeste, aproximadamente a una milla de la costa; y, aprovechando la marea, pueden navegar a barlovento, hasta llegar a la bahía de Gibraltar.
 
                                 Muy cerca al E. a S. 2 ¾ millas de la Torre de Gualmaza, está la de Baños, asentado en una colina de arena a un cuarto de milla del N.W. desde un punto arenoso bajo del mismo nombre. Entre estas torres hay otra, El Saladillo, al norte de la cual, 3 millas, se encuentra Monte Mayor, una colina notable, con un castillo en ruina […]”. 

Biblioteca de la Universidad de California en San Diego


Biblioteca de la Universidad de California en San Diego


VOYAGE BOTANIQUE DANS LE MIDI DE L´ESPAGNE... (Viaje botánico en el sur de España...)
Edmond Boissier
Publicado en 1845. Traducido del francés.
Biblioteca Digital Real Jardín Botánico [1]      


“[…]Estepona es un pequeño y bonito pueblo construido al borde de la playa, alegre, moderno y de un blanco deslumbrante. Cada casa está revestida, en el exterior, con una capa de cal que se renueva al menos cada mes y que se extiende hasta el pavimento, lo que haría pensar, a primera vista, que estas viviendas han sido talladas en una capa de tiza […]. Me detuve en la posada que está a la entrada de la ciudad, y allí me instalé en un gran salón, cuyas ventanas daban inmediatamente al mar. La Roca (Gibraltar), a seis leguas de distancia, habría influido ventajosamente en este hostal, todo estaba bien ordenado y dispuesto. Era de una gran limpieza. Me preparé para el ascenso del día siguiente a Sierra Bermeja. Tenía curiosidad de visitarlo, para observar un abeto del que había visto una rama sin fruto en el herbario del señor Haenseler en Málaga, y que me pareció de una especie nueva. Todos en Estepona conocían, bajo el nombre de Pinsapo, este árbol que se utiliza en procesiones y fiestas religiosas, por la elegancia de su follaje y sus ramas que, dispuestas en ángulo recto en sus últimas ramificaciones, parecen pequeñas cruces. Desde la ciudad misma se podía distinguir, hacia lo alto de la Sierra, los bosques que formaba; su tinte opaco contrastaba con la pálida y escasa vegetación del Pinus pinaster que cubre las laderas más bajas […]”.

Biblioteca Digital Real Jardín Botánico

Universidad Central Museo de Ciencias Naturales

Universidad Central Museo de Ciencias Naturales



Universidad Central Museo de Ciencias Naturales


GAZPACHO: OR, SUMMER MONTHS IN SPAIN (Gazpacho o meses de verano en España)
William George Clark, M.A.
Publicado en 1850. Traducido del inglés.
Biblioteca de la  Universidad de California en Berkeley


                              “[…] A las ocho de la tarde llegamos a Estepona, un pueblecito apartado en la orilla del mar, que es, o más bien solía ser, nido de contrabandistas, aunque esa actividad, se ha visto muy reducida últimamente por la férrea vigilancia de las autoridades españolas. Gibraltar puede estar bloqueada, comercialmente, por una fuerza muy pequeña, por lo que el único negocio efectivo que se hace ahora en ese sentido es en las fronteras de Portugal […]
 La posada en la que desmontamos había mucho bullicio; pero si los primeros en llegar habían calculado que las mejores habitaciones serían para ellos, se equivocaron. Probablemente habían llegado a pie o en burros, por lo que fueron desplazados para dejar lugar a los verdaderos caballeros, que veníamos a caballo. El hombre, en España, toma el rango de la bestia que monta, al igual que, en la antigua Grecia, el jinete prevalecía sobre el “hop-lite”. La dueña de la fonda era ciega, pero, sin embargo, dirigía y supervisaba sus arreglos domésticos con maravillosa actividad y precisión. El tacto de una persona ciega, especialmente de una ciega de nacimiento, es algo “inquietante”, casi espantoso, de contemplar; es como una segunda vista, y no me sorprende que leamos acerca de tantos profetas y profetisas ciegos. El Paraíso terrenal se les ha perdido, y la justicia de la naturaleza requiere que sean compensados por una previsión más clara del Paraíso venidero. Fue conmovedor ver cómo, una vez terminado su trabajo, se sentó y acarició a su hijita, pasando su mano suavemente por su rostro, hábito que sin duda había adquirido durante la infancia, para familiarizar su tacto con los rasgos que no podía ver.

                            Mientras preparaban nuestras camas, cenamos, lo mejor que pudimos, en la sala común de abajo. Un viento frío nocturno entró por la puerta abierta y uno de nosotros sugirió que lo ideal sería tomar un vaso de ponche, a modo de gorro de dormir. Monsieur Paul, que era un genio de la cocina, ya sea de líquidos o sólidos, saltó al oír la palabra, se colocó en el avivado brasero de carbón, desplazando con frialdad a los huéspedes, y, aunque no sabía hablar una palabra de español, logró, a fuerza de buen humor e insolencia, obtener todos los utensilios e ingredientes que quería. Nunca supe cómo lo preparó, pero fue, o pareció ser, excelente. Las dificultades se desvanecen pronto ante el sonriente y bullicioso francés, que ante el silencioso y gruñón John Bull.                 

                             Mientras se preparaba el ponche, una de las muchachas, al descubrir que yo era inglés, me llevó sigilosamente a un lado, diciendo que tenía algo que mostrarme. La seguí hasta un armario, que abrió, y exhibió triunfalmente el contenido, confiada en lograr un efecto artístico. En el centro había un gran ejemplar de porcelana, en Inglaterra se conserva más bien para el uso del bronceado, y estaba flanqueado por copas de vino y tazas de té a modo de soportes. Todos estos fueron trofeos traídos de Gibraltar por su prometido, un valiente contrabandista. Él estaba ahora en la cárcel, pero tan pronto como saliera, iban a casarse y, supongo, a montar una casa con los tesoros del armario.

                   Después de un sueño profundo de tres horas, reanudamos la marcha comenzando la medianoche. Nuestro camino se extendía al principio a lo largo de la playa y, después de cruzar un arroyo algo profundo, seguimos tierra adentro sobre escarpadas colinas cubiertas de aulagas. Fuimos alumbrados al principio por la luna, y después de su puesta, por el tibio sol de madrugada, más brillante y transparente que en nuestra tierra, reflejándose en una larga estela resplandeciente sobre el agua […]”.

Biblioteca de la Universidad de California en Berkeley

Biblioteca de la Universidad de California en Berkeley

THE BRIDLES ROAD OF SPAIN OR LAS ALFORJAS (Los caminos de herradura de España o Las Alforjas)
George John Cayley
Publicado en Londres en 1853 y reeditado en 1856 y 1908. Traducido del inglés
Biblioteca de la Universidad de California en Santa Bárbara

                                “[…] Saliendo de la Venta del Castillo, nuestro camino discurría por la bahía hasta Estepona, donde comimos en una posada respetable, y desayunamos huevos de pavo (nada malo), pan frito y el famoso vino ámbar del lugar, elaborado en la posada y de su propia viña. La anfitriona y su hermana, jóvenes alegres, nos entretuvieron con mucho agrado mientras se cocinaba y comíamos nuestro desayuno, y pidieron que les hiciéramos retratos; pero dijimos que era un viaje largo hasta Marbella y que teníamos prisa en llegar.

                           Hoy hemos tenido que atravesar numerosos e infernales ríos; Once torrentes crecidos que descienden de la escarpada cadena de montañas que bordean la costa. Todos estos torrentes estaban a la altura de los bancos, algunos de más de cien metros de ancho, corriendo como saltos de salmón; y como el suelo había sido muy desgarrado y cortado por las recientes inundaciones (que debieron ser graves, porque había árboles arrancados tirados por todas partes, y grandes extensiones de la dehesa estaban manchadas de barro y arena), no teníamos ninguna seguridad. que la corriente, generalmente hasta los pechos de nuestros caballos, no se adentre en zonas más profundas y nos sumerja en la crecida.

                           Harry, que estaba acostumbrado a vadear ríos desconocidos en los desiertos estadounidenses, tomó la iniciativa y eligió el lugar más turbulento de la superficie como el más seguro; porque, como dice otro gran navegante: "Las pasiones se asemejan mejor a las inundaciones y arroyos, el murmullo superficial, pero el abismo es mudo"; y no encontramos peor accidente que mojarnos los pies y el fondo de nuestras alforjas.

                                       Por la orilla del mar, entre Estepona y Marbella, cabalgamos entre las ruinas de un antiguo pueblo, ya sea de romanos o moros, no podríamos decir, quizás un poco de ambos. Sin embargo, nuestra falta de erudición en temas de la antigüedad no nos impidió elucubrar sobre las viejas masas de mampostería gris, que el excelente cemento-lechada de aquella época aún mantiene unido en formas grotescas de ruina, mientras alrededor y entre ellas se ramifican y florecen los arbustos de la dehesa.

“Donde ahora el desierto está en silencio, salvo por el susurro del tallo de los palmitos, el zumbido de las abejas y el grito de las aves marinas que navegan, había calles ruidosas, mercados bulliciosos y ángulos con columnas de edificios públicos, en los que romanos de nariz aguileña y ojos de halcón discutían sobre el procónsul recién llegado. O aquí se levantaba la mezquita, y los almuecines con voces estridentes llamaban a los fieles a la oración, y los musulmanes arrodillados murmuraban y movían la cabeza cubierta con turbantes hasta el nivel alfombrado de sus pies descalzos.

Ahora, sea lo que fuere, el lugar está desierto; no hay rastro humano a varias millas de ella. Las ruinas centenarias nos recordaron a las que vimos al otro lado de Estepona[...]".

Biblioteca de la Universidad de California en Santa Bárbara

Biblioteca de la Universidad de California en Santa Bárbara

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DIE HALBINSEL DER PYRËNAEN,... (La península de los Pirineos,...)
Moritz Willkomm
Publicado en 1855. Traducido del alemán
Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

“[…]12-14 Las localidades de Marbella, Estepona y Gaucín. Forman la parte más meridional de la provincia, incluyen los valles del Guadiaro y el Genal, y las montañas del sur de la Serranía junto con la costa correspondiente, son muy pintorescas, pero con excepción de esos valles están escasamente pobladas y cultivadas, aunque producen mucho vino, aceite y frutas tropicales[...].Estepona, villa agradable, hospitalaria y de gente muy trabajadora, de 2500 habitantes con dos iglesias y una ensenada al borde de una maravillosa vega repleta de casas de campo, lleva a cabo un activo comercio costero; Manilva, una pequeña villa al final de un amplio valle montañoso del S. de Estepona, con baños tibios curativos, rodeada de viñedos que producen un delicioso vino; Gaucín, antigua villa morisca al pie de una colina coronada por un castillo, se sitúa pintorescamente en la vertiente occidental de la cadena que divide los valles del Genal y del Guadiaro [...]".

Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos


GIBILTERRA E TANGERI, - DA MALAGA A CADICE- (Gibraltar y Tánger, de Málaga a Cádiz)
Adolfo de Foresta
Publicado en 1879. Traducido del italiano.
Biblioteca Virtual Andalucía

 
                                               “[…] Estepona tiene un aspecto muy agradable; está situada en un llano, también tiene un pequeño puerto, pero no es muy seguro: su campo es fértil y sobre todo produce mucha fruta, por eso a esa ciudad se le llama el jardín de Gibraltar. Su población es de aproximadamente nueve mil habitantes, de los cuales gran parte se dedica a la pesca; y vimos en efecto, frente a Estepona, muchas barcas de pesca, algunas de las cuales parecían un vapor, navegando pescaban ¿…?, con cordeles tirados detrás de la barca, como es costumbre entre nosotros en el Adriático. La pesca en Estepona suele ser abundante y el producto se vende tierra adentro y a gran distancia, hasta Sevilla.

                                             Otra localidad singular de la costa es Manilva, un pueblo de unos 1500 habitantes, construido sobre una colina, desde donde se puede disfrutar, según dicen, de una magnífica vista. Manilva es llamada la hedionda (la fétida), debido a las aguas sulfurosas de olor muy fétido, que corren en sus inmediaciones, a las que, según una leyenda, se le atribuye un origen diabólico. De hecho, se dice que el diablo, expulsado por Santiago, se detuvo en el cerro, donde actualmente están las aguas fétidas, y desde allí se tiró al mar; por lo tanto, debido al impacto del pie en la tierra, en el acto de saltar, se habría abierto una fuente, la cual, al contacto con el diabólico, tomó inmediatamente hedor a infierno […]”.

Web de venta de antigüedades

Biblioteca Virtual Andalucía


A HANDBOOK FOR TRAVELLERS IN SPAIN (Libro para viajeros en España)
Richard Ford, F.S.A.
Publicado en 1882. Traducido del inglés
Biblioteca Nacional de España

                               "[...]Estepona (pobl.9316) está a 7 Sp. leguas- 25 a 30 km de Gibraltar. Las perdices y las aves silvestres abundan en las inmediaciones de Estepona. Suministra a Gibraltar frutas y verduras, y merece una visita. En 1877 se inauguró una excelente plaza de toros. Durante la temporada, los sabuesos se reúnen cada dos semanas y el deporte es excelente.

                           Hay buena caza en Sierra Bermeja, cerca de Estepona. Las primeras dos leguas y media tienen un buen camino para transitar; hay media legua de sendero de montaña. Los ojeadores se encontrarán con los deportistas en Benahavis, habiéndose concertado dos días antes por carta escrita en castellano a D. José Montesino en Benahavis. Las tiendas se pueden armar en medio del espléndido paisaje de El Caporal, como a 3 leguas de distancia. Se debe escribir al Señor Administrador de Dr. Tomás Heredia en Estepona, a fin de que exhorte a sus guardas para que sean corteses con los visitantes.
 
                            Se deben llevar tiendas y comida, o construir una choza. Se puede tomar vino y aguardiente a 10 km en una pequeña bodega; pan, ternera y cordero en Estepona. El costo de dicho viaje debe estar alrededor de los 5 dólares por día. En la parte baja cerca de Ben Habis se encuentran ciervos y jabalíes […]

                               Una diligencia sale de Marbella a las 5 ½ P.M., llegando a Estepona, entre las 8 y las 9 de la noche, 5 leguas (28 km) […]

                         Posada del Caballo Blanco. El dueño de las diligencias de Marbella a Estepona alquila caballos para Gibraltar a 50 reales cada uno. Si va a caballo, debe hacer una parada aquí para desayunar. El cargo por cama es de 4 reales cada una. Este pueblo fue el Estebbunàh de los moros y el Cilninian de los romanos. Quedan algunos arcos cerca de Las Bóvedas del antiguo acueducto de Salduba. Se puede dar un paseo hasta la Hedionda o manantial de agua fétida de Manilva. El pueblo abastece al Peñón de espléndidas frutas y verduras. 

                         El camino es muy accidentado desde Estepona a Gibraltar, y debe continuarse a caballo, se tarda 7 horas en hacerlo sin prisa […]”.

Biblioteca Nacional de España

Biblioteca Nacional de España

ALL ROUND SPAIN BY ROAD AND RAIL,... (Toda España por carretera y ferrocarril,...)
F.H. Deverell
Publicado en 1884. Traducido del inglés.
Biblioteca de Universidad de Oxford

                            "[...]Seguimos adelante, y a eso de las nueve y media de la noche llegamos a Estepona, después de nueve horas cabalgando, la mayor parte al paso, pero con algún que otro trote o galope, sin descansar en el camino. Sólo había comido un bocado de pan y queso y dos naranjas, y una vez los caballos comieron un poco de hierba al borde del camino: eso fue todo. En Estepona la posada era humilde, pero no estaba mal; y era un lugar de descanso. Allí estaba el gran patio o sala de entrada habitual, a través del cual se llevaban los caballos a los establos que se encontraban más allá. En esta habitación había un brasero, y algunas personas estaban allí, y una mesa, en la que después mi guía y otros cenaron. Pronto me llevaron a una habitación de arriba, una estancia pequeña y limpia con cuadros colgados en la pared. Pedí agua caliente para lavarme. Entretanto mi guía  me preguntó si quería que ordenara preparar la cena, pero preferí hacerlo yo mismo: le mencioné la leche, pero no hizo demasiado caso: ahora, en mi habitación , hice mis cábalas con la apetitosa cena que iba a tener: iba a tener huevos, y pan y leche con azúcar, pero ordené que me dieran el pan, la leche y el azúcar por separado, para que pudiera satisfacer mi propio gusto y apetito: la cena debía estar lista en diez minutos. Me lavé con el agua caliente, me acicalé y me apresuré a bajar para llegar a tiempo; pero no había señales de la cena a pesar de nuestras instrucciones precisas al respecto, mi anfitrión dijo que había pensado que si me gustaría ir primero a la ciudad, lo que hubiera estado muy bien si así se hubiera acordado, pero se había decidido todo lo contrario. ¡Oh! ¡Procrastinación y falta de preparación españolas! ¡Oh! ¡Cosas de España! Salí, tomé una taza de café, regresé y después de esperar un poco más, la cena estaba lista, en una pequeña habitación, que era una especie de almacén y sala de negocios. Los huevos eran frescos y buenos, la leche deliciosa y la oferta de ambos abundante: me ofrecieron una o dos cosas más y aunque tenían buen aspecto, ya había saciado mi hambre. La anciana que me sirvió parecía orgullosa de su comida, y el propietario y otros parroquianos hablaron un poco conmigo: en conjunto me fue muy bien.

                       Las posadas españolas tienen mala fama por la comida: tan solo el 29 de marzo de 1884, en el Illustrated London News, se decía: “Por regla general, hay poco para comer en España”. Ahora, con el debido respeto a el conocido y consumado autor de esta declaración, tal vez se me permita decir que, en mi opinión, esta no es de ninguna manera la "regla" en el momento actual, cualquiera que haya sido el caso hace unos años […]”.
Biblioteca de la Universidad de Oxford

Biblioteca de la Universidad de Oxford

ANDALOUSIE ET PORTUGAL... (Andalucía y Portugal …)
Valérie Boissier de Gasparin (1813-1894), filántropa, cristiana y escritora. Condesa de Gasparin por su matrimonio con Agénor de Gasparin, también escritor y senador en Francia.
Publicado en 1886. Traducido del francés por: Laura Gaitán
Biblioteca Virtual Andalucía

Según comenta Fco. Javier Moreno (historiador) en su blog, “Marbellenses” donde publicó el pasaje de este libro referente a Marbella- a raíz de esta publicación pude localizar dicho libro- ,Valérie recorrió España en 1866 viajando con un enorme baúl y un ejemplar de la Biblia. 

“Al pie de los montes que guardan las Castillas, Caballeros Valientes, con la garza blanca en la frente, Un pueblo armado con sus hoces, Que con yugo no ha sabido soportar la afrenta. ¡Invasores, teman a las hoces! La lanza se dobla y la espada se rompe, El viento del siglo lleva las bastillas: La única muralla es una nación. 

Conde, Agénor de Gaparin

 Extracto del pasaje referente a Estepona:

“[…]¡Bienvenidos a Estepona! Por esta noche será nuestro alojamiento.

Como una doble hilera de perlas, las casas, de una blancura que te ciegan, se alinean a lo largo de la calle empedrada.

Hay algunas, elegantes, con balcones enrejados de hierro de bonita filigrana, veletas en el tejado, celosías verdes en las ventanas, patios repletos de flores...

Pero de estas no será la nuestra.

La comitiva, después de haber tenido alguna esperanza a lo largo de la calle principal, se ha detenido frente a esta posada, este mesón, esta venta (que en vez de habitaciones parecen jaulas para pollos), entremos en la “casa de pupilaje”.

El dueño de la casa, de pie, a la entrada, afirma gravemente que no faltará espacio para alojarlos. Él mismo nos ayuda a bajar del caballo.

Pero si él nos recibe con la majestuosa cortesía de un noble de sangre azul, su madre, soberana absoluta, que decide por derecho y gobierna de hecho, pone mala cara, tuerce la boca y no se mueve de su silla. Al cabo de un rato se levanta, bosteza, se despereza y viene hacia nosotros. Las criadas sin dar crédito, se ponen en retaguardia, mientras que una tropa de chiquillos con el dedo en la boca y la cabeza erguida para vernos mejor, se maravillan con nuestra aparición.

¡La casa! dice despacio nuestra anfitriona, recitando las palabras: tenemos habitaciones, sí, hay muchas.

¡Pero como se nos ocurrió dejar nuestro país para llegar esta tarde a Estepona a buscar donde dormir! ¡Que jaleo! ¡Que jaleo!

 Podemos acomodarnos ¡Claro que podemos! Sin embargo, si lo hacemos, será como un favor ¡Favor! esa es la palabra.

¿Qué queréis? No hay alternativa, o dormir en la arena, o ganarse la simpatía de la patrona. Cuando ha terminado de protestar y su hijo cansado de protestar que somos demasiados (una verdad de la que estamos convencidos), la patrona se anima, sube por una escalera interior y nosotros tras ella, empuja la puerta… ¡Un sinfín de habitaciones!

- En esta nos quedamos

- No, en esta no me conviene

- ¡En esta!

- Hm, sería mucho engorro

- ¡Entonces en esta!

la señora asiente con la cabeza

¡Por fin …que así sea!

Pero esto no ha hecho más que empezar. La señora quiere distribuirnos a su capricho, que no coincide con el nuestro, discutimos un poco, ella en sus trece, pero aguantamos.
 
 ¡Hemos ganado! ahora … las camas.

¡Camas! la pobre mujer se lleva las manos a la cabeza, pone los ojos en blanco y se pregunta de nuevo por la idea tan mala que hemos tenido de andar medio mundo para acabar en Estepona.

Unos colchones sobre tablones entre dos sillas, una palangana con agua, un trapo en la ventana que tapa la vista de los transeúntes, ese es el nivel.

Sin David, que echa mano a todo y buena mano que tiene para hacer sonreír a nuestra dueña. Sin el “hidalgo” buen chico, aunque soberbio, no podríamos pasar.

Podéis imaginar lo fácil que es conseguir algo de comer

- ¿Señora, que nos dará?

-  No tengo nada 

- Bueno ¿Quiere hacernos el favor -no podemos expresarnos de otra manera en España- de comprar en el pueblo un poco de pan, huevos, algo de pescado, lo suficiente para no morir de hambre? ¿Quizás, también tendría la amabilidad de prepararlo todo?

¡Que jaleo! ¡Que jaleo!

Es propio de estos pueblos apartados, si este no es su “encanto” es que no es auténtico.

¡Hay chacinas!, estas palabras sacrosantas nos acompañaran desde una punta a otra de España.

Una vez se ha tranquilizado, la señora dará lo mejor de sí y ya veréis como esta noche, cubrirá la mesa con su mantel más lujoso y servirá abundantes manjares: pollo con arroz, huevos fritos con jamón, lenguado frito, por no hablar de los higos secos, las anchoas y las aceitunas, una oliva más grande que un huevo de paloma encurtida en vinagre, cuyo amargor te desconcierta al principio, pero al que pronto te acostumbras.

Mientras tanto, va pasando la noche.

Quedan ocho leguas para llegar a Gibraltar.

David llega corriendo: “Un vapor inglés está consignado”, el capitán va a izar la bandera. En una hora el barco atracará, lo cogeremos, como mucho, en tres horas estaremos en nuestro destino.

No hace falta repetirlo. Así como el cabalgar por terrenos llenos de adelfas, los arroyos, las huertas de naranjos, limoneros, granados y palmeras es de una poesía única en el mundo, transcurrir por arenales abrasadores, con el sol a plomo y los pobres animales agotados es un triste espectáculo. 

En un abrir y cerrar de ojos todo ha terminado, o porque se han dado cuenta de que somos menos “ogros” de lo que pensaban, o por la alegría de vernos marchar tan contentos, nuestra anfitriona, de pronto tranquilizada, nos desea a todos, buen viaje y que Dios nos acompañe.

Su hijo “el hidalgo” le da la mano a una de nuestras compañeras y, con los dedos de ésta en su puño, bajan las escaleras con el mismo paso solemne, con la misma gracia y distinción que hubiera adoptado cualquier noble de los que aparecen en las pinturas de Velázquez.

No hay menos cortesía en la ensenada que en la pensión. Pescadores y transeúntes se ofrecen para llevarnos a la sombra de esa barca tumbada donde esperaremos al fresco. Enseguida, un carabinero extiende su capa sobre la arena para que nos sentemos.

No olvidaremos esta hora de acampada bajo los costados sombríos de la barca, con estos hombres de rostros morenos reunidos con nosotros, de diferentes condiciones, iguales en cortesía por ese respeto a uno mismo que enseña a respetar a los demás.

Hasta donde alcanza la vista, el mar extendía su inmensidad diamantina y detrás de nosotros Estepona como una línea brillante, alguna higuera que rompía asomando su copa verde, alguna palmera rompiendo con sus hojas el azul del mar y después el del cielo balanceando su penacho en el aire.

Salvo esta escasa vegetación, nuestros ojos solo encontraban el resplandor del blanco y el esplendor del azul. Por el sur, las montañas de Marruecos empezaban a dibujarse entre la bruma, el Peñón de Gibraltar se encontraba al Suroeste. Nuestro barco se acercaba por el este. Allí, como pájaros migratorios al borde de dos mundos sentimos latir nuestro corazón […]”.

Biblioteca Virtual Andalucía


WILD SPAIN (España agreste) [1]
Abel Chapman y Walter J. Buck
Publicado en 1893. Traducido del inglés.
Biblioteca de la Universidad de California

"[...] CAPÍTULO XIII.
 CAZA DEL ÍBICE EN ESPAÑA (Continuación).
 III. — Sierra Bermeja (Mediterráneo). 

                           En el último capítulo se describen algunas experiencias con íbices en las distantes cordilleras de Castilla; pero tenemos a los íbices salvajes mucho más cerca, de hecho, en tierras andaluzas. Sierra Nevada es uno de sus principales refugios, y rebaños de cabras vagan por las alturas aún más cercanas de Ubrique, Sierra Bermeja y Palmitera. Como las circunstancias de los íbices aquí varían de las ya descritas, ahora agregamos algunos detalles de campañas en estas cordilleras mediterráneas.

                    Montamos nuestras tiendas una tarde de marzo en una meseta angosta y plana, a poco más de 2.000 pies, en un punto de la cordillera Bermeja, donde nuestro guía (habíamos empleado a un cazador nativo para que "ojeara" durante cinco o seis semanas) había localizado dos o tres pequeñas manadas de cabras montesas. Las empinadas laderas de las montañas que nos rodeaban estaban cubiertas hasta sus cimas más altas con matorrales densos y con matorrales dispersos de pinos y una especie de abeto (pinsapo), terreno de aspecto admirable para los cerdos, pero no tanto, según las ideas preconcebidas, para la cabra salvaje. Por lo tanto, fue una agradable sorpresa cuando, temprano a la mañana siguiente, se divisaron tres íbices, pastoreando tranquilamente en las flores de los matorrales de la sierra más allá de un profundo barranco, y a sólo unos 1.000 pies por encima del campamento. Estos tres, mientras observábamos, se unieron a otros dos, cuando Se produjo un simulacro de "combate" entre un par de carneros, pero en esa época (marzo) era evidente que no había un gran desarrollo del instinto combatiente.

                         El siguiente espectáculo fue menos agradable. En lo alto de la cresta, muy por encima de ella, divisamos contra el horizonte la figura agazapada de un hombre que avanzaba sigilosamente como si estuviera al acecho de una presa. Esta aparición de mal agüero, como demostró la secuela, fue la nota clave de esta campaña: la Semana Santa de la temporada de Pascua había comenzado, los cazadores nativos se nos habían anticipado y una exhibición cuidadosamente planeada y bien organizada resultó ser un relativo fracaso.

                  El peligro de esto no había sido totalmente imprevisto, pero circunstancias adversas habían retrasado nuestros movimientos.

                       A pesar de nuestros competidores locales, la suerte al principio pareció inclinarse a ser propicia. Mientras nos dirigíamos a nuestras posiciones, a lo largo del espolón afilado como un cuchillo que cerraba nuestro valle, un íbice cayó ante el rifle de uno de nuestro grupo, que había llegado de repente a cinco (cuatro buenos machos) que se alimentaban tranquilamente en un corral cubierto de pinos, y un tiro en posición de pie, a 70 yardas, aseguró uno, desafortunadamente la única cabra, ya que, al estar ocultas sus cabezas, oculta entre la maleza, no se pudo distinguir el sexo. Esta hembra (cazada el 26 de marzo) fue encontrada, al ser capturada, con un par de crías, que no habrían salido a la luz antes de tres semanas. Otra hembra, seguida por su chivito, fue abatida en esta ronda, aunque finalmente perdida, por uno de nuestros cazadores españoles, Juan Márquez. 

                       Nuestro campo de operaciones era todo matorrales, fuertes arbustos espinosos que cubrían las empinadas y rocosas laderas, entre los cuales después encontramos muchas "guaridas" de cabras montesas, asientos regulares, como los de una liebre o un zorro. Ocultos en estas fortalezas, los íbices, según afirmaron nuestros hombres, permitían deliberadamente que los cazadores los pasaran de largo; pero tenemos fuertes razones para opinar que esto sólo se aplicaba a las hembras (todas las edades y sexos, repitámoslo, son iguales para un cazador) y nunca a los machos, que, siempre salvajes y astutos, confían para su seguridad en tácticas y modos de escape mucho más audaces.

                   Los pinos y los abetos se intercalaban entre los matorrales hasta las mismas cimas o alturas más altas de Sierra Bermeja (4.800 pies por aneroide); y Sierra Palmitera, aunque la nieve permanece allí por más tiempo, tiene una altitud menor. Aunque, en esta ocasión, nuestro deporte se vio empañado y nuestra exuberancia de espíritu atenuada por la constante competencia de los cazadores locales, por esas visiones de la odiada "gente de Genalguacil" corriendo como las mismas cabras por las rocas que teníamos ante nosotros, al menos, disfrutamos, desde la cresta de Sierra Bermeja, de un espectáculo que probablemente no tiene rival en Europa, y algo como no hemos visto en nuestras vidas. Mirando hacia abajo desde casi 5.000 pies de altitud, teníamos la visión de dos continentes extendidos como un mapa a nuestros pies. La vasta extensión del azul profundo del Mediterráneo visible desde esas alturas es difícil de imaginar: el nivel del mar parece elevarse, independientemente de las leyes físicas, entre las nubes mismas; sin embargo, mucho más allá de sus costas meridionales, podíamos ver directamente el continente oscuro, más allá de las cadenas montañosas africanas, que terminan solo en los relucientes picos nevados del Atlas, al borde de los desiertos del Sahara. Gibraltar parecía un pequeño islote en el Estrecho, a mitad de onda entre la masa de nubes de Jebel Musa y las más altas sierras españolas más allá de Algeciras.  Tánger, Ceuta y Melilla, en la costa africana, se distinguían vagamente; y, en el lado español, las nieves perpetuas de Sierra Nevada, a cincuenta millas de distancia, brillaban a la luz del sol como si estuvieran al alcance de un rifle, con toda la vegetación exuberante de Andalucía occidental; mientras que, justo debajo de nosotros, se extendía la rica ensenada de Marbella, la fértil franja que bordea el Mediterráneo, blanca con ondulantes campos de caña de azúcar, algodón y algarrobo, prolífica en palmeras datileras e higueras, maíz, aceite y vino, uno de los jardines más fructíferos de la tierra.

                       Desde nuestros puestos, en la cima de una vertiginosa montaña de rocas y pedregales, se veían no menos de cinco cadenas montañosas distintas, una alzándose detrás de la otra, la última y más alta cubierta de nieve. De un lado a otro en el aire, muy por debajo, volaba una magnífica pareja de quebrantahuesos, con sus alas extendidas brillando casi blancas a la luz del sol. Estas aves gigantes tenían su nido en una serie de cuevas de granito cerca del vértice del desfiladero; pero, a intervalos, también entraban en una cueva en otro peñasco que, como averiguamos más tarde, había sido su hogar el año anterior.

                    Entre las aves observadas aquí, que pueden mencionarse como típicas de las sierras mediterráneas, se encontraban águilas doradas, calzadas y perdiceras, un único buitre leonado, un halcón peregrino y un azor, una pareja de gavilanes, ocupados en llevar palos, cuervos, arrendajos, picos picapinos, reyezuelos, aviones roqueros (Cotiles rupestris), las habituales gaviotas y algunos cushats. Los pinzones y los carboneros abundaban entre los pinos, y al amanecer el melodioso canto del zorzal azul recordaba las primaveras escandinavas y el canto del zorzal alirrojo. Otro pájaro pequeño causa molestias recurrentes al cazador de cabras montesas. Con un fuerte "rat-tat-tat", muy parecido al golpeteo de los cascos córneos en la roca, comienza su canto; luego sigue un curioso silbido, no muy diferente al paso de un cuerpo pesado a través de la maleza —por un momento uno espera que la ansiada y esperada caza esté llegando. ¡No! Maldita sea esa ave; ¡es solo un colirrojo!

                  Sin embargo, aquí no se nos apareció ningún íbice expectante.  Los nativos tiradores de Genalguacil, de Coín y otros pueblos de la sierra, que dormían en la colina abierta y tenían el doble de velocidad que nosotros en sus rocas nativas, siempre estaban en nuestro frente; y para librarnos de la competencia, movimos nuestro campamento al otro lado de la cresta hacia el norte. Esta operación implicó enviar al amanecer una docena de hombres con hachas para abrir paso a las mulas cargadas, unos cincuenta o sesenta pinos bien crecidos, con cientos de árboles menores, que perecieron antes de que fuera posible un paso. Acampamos en un claro del bosque en un lugar llamado la Majada del Alcornoque, a una altitud de 3.400 pies, esa misma tarde, primero tuvimos que quitar varios cientos de piedras del terreno para acampar, ya que casi cada una brindaba refugio a un escorpión o a un ciempiés gigante. 

                 Allí, durante los días siguientes, tuvimos la (para nosotros) singular experiencia de cazar cabras montesas en un espeso bosque de pinos y profundos barrancos boscosos, generalmente con una espesa maleza de arbustos y matorrales, el bello ideal de una región de corzos, pero el último lugar del mundo en el que hubiéramos esperado encontrarnos con cabras montesas. Las cabras estaban allí, sin embargo, pues las hembras y los machos jóvenes fueron vistos en diferentes ocasiones por escopetas o batidores. En un tremendo desfiladero en forma de almeja, ¡un íbice y un cerdo salvaje iban a pie a la vez! El único íbice que el autor de este artículo tuvo la suerte de ver en esta parte de la sierra, que parecía estar compuesta casi en su totalidad de mineral de hierro y otros minerales, fue por un encuentro puramente fortuito. En el repentino levantamiento de un denso banco de nubes que descansaba en la ladera de la montaña, divisé, justo encima de mí, cuatro cabras montesas, incluidos dos carneros de tamaño considerable, todos de pie sobre una roca saliente, en marcado relieve contra el cielo, y a no más de 400 yardas de distancia. El terreno intermedio era accidentado, rocas y matorrales con pinos dispersos, y, a excepción de los primeros quince metros, el acecho no parecía ofrecer grandes dificultades. Ya había pasado el tramo peligroso y me había arrastrado cerca de 200 yardas, cuando, ¡Ay!, en un momento la niebla húmeda se calmó de nuevo y no vi más animales.

                          Curiosamente, en la primera niebla que se levantó, una gran águila estaba posada, toda desaliñada y afligida, en una punta de roca a no más de cuarenta yardas.    A unos metros de mi refugio, con las plumas completamente erizadas y una gran garra amarilla que sobresalía, al parecer, del centro mismo de su pecho. Entonces, un débil rayo de sol brilló en su plumaje leonado; se recompuso y se lanzó al aire para reanudar su caza, volando hacia abajo muy cerca de mí, afortunadamente sin molestar al íbice, aunque vi que tomaban nota de la circunstancia. 

                          A nuestras otras desgracias se agregó ahora la incomodidad del mal tiempo. Aquí hay un extracto del diario:<<31 de marzo. Anoche cayeron carámbanos de cuatro décimas de pulgada a 25' 85", y la mañana amaneció con un vendaval del oeste. Un frío glacial, con masas de nubes que se desplazaban, cambiando gradualmente a lluvia y aguanieve>>: una mala perspectiva.

                   La lluvia, la niebla y el vendaval continuaron, las operaciones deportivas se interrumpieron y un hermoso íbice macho, cazado la noche anterior, se perdió, ya que no fue posible seguir el rastro. Pasamos un tiempo bastante malo, bajo una lona, en nuestra tienda de campaña; pero para nuestros pobres batidores fue diez veces peor, durmiendo en el suelo desnudo bajo lluvias torrenciales, o bajo el escaso refugio de ramas de árboles que pudieron montar.

                      Teníamos alrededor de una veintena de estos montañeses en nuestro campamento- Empleamos a un grupo de personas de aspecto salvaje que, cuando no tenían otra ocupación, eran principalmente contrabandistas. Muchos de estos serranos se habían unido a nuestro grupo por puro amor al deporte, y sin recibir más paga que la comida barata que nuestro campamento podía permitirse, que algunos días era escasa, aunque nunca faltaba buen vino tinto y cigarrillos. La semana anterior, ahora nos enteramos, había tenido lugar muy cerca de nosotros una pelea bastante seria. Una banda de 100 contrabandistas que transportaban treinta caballos cargados de tabaco, etc., fue atacada en el paso del Guadiaro por una fuerza de cincuenta carabineros. Se intercambiaron muchos tiros, los contrabandistas estaban armados con Remingtons, con el resultado de que siete hombres murieron y muchos otros resultaron heridos. Finalmente, se capturó la totalidad de los treinta cargamentos, pero los caballos escaparon, y los contrabandistas cortaron las cinchas; no se hizo ningún prisionero. Esta información nos la dio el coronel de carabineros al mando del distrito, al que conocimos unos días después en Estepona.

                             He aquí otro reflejo del carácter local: un recorte de un periódico de Málaga del 1 de abril de 1891, entre los artículos habituales de noticias locales: — "Bandido.—La Guardia Civil de Málaga se encontró el miércoles, 1 de junio, con el célebre bandido Mena, que desde hace tiempo tiene aterrorizado a todo ese distrito. Los individuos de la Guardia Civil exigieron su rendición, a lo que respondió con el disparo de su arma. Esto provocó una feroz lucha, que resultó en la muerte del forajido, que recibió dos heridas de bala de sus agresores".
 
                  Estas conductas se vuelven contagiosas y, como alivio al tedio de la inactividad forzada y los días húmedos bajo la lona —porque las gargantas inundadas hacían imposible el deporte—se le ocurrió a un espíritu inquieto que nosotros mismos podríamos embarcarnos en este negocio popular del bandolerismo. ¿No teníamos una veintena de bandidos audaces listos a nuestra disposición? Y, además, no faltaba material eminentemente adecuado para el "secuestro": ¡qué tema para un capítulo! Pero... bueno, la oportunidad se desperdició y, como el diluvio continuaba, por la mañana nuestro contrabandista, el jefe, el viejo Márquez, entró para decir que el pueblo, como los israelitas de antaño, deseaba partir, cada uno a su casa: "ca´uno a su casa". 

                   Aunque no logramos obtener nada durante esta campaña en las sierras del sur, se obtuvo una cabeza de cabra montés de primera calidad, pero, a juzgar por dos machos capturados posteriormente en un campo adyacente (machos de tres y cinco años, respectivamente), la diferencia en la forma de la cabeza de las  cabras montesas y las de las sierras alpinas es tan sólo un trino. En comparación con la circunferencia, los cuernos son de menor longitud y, tal vez, no se ramifiquen tan ampliamente; pero, después de todo, puede que sea sólo una cuestión de edad. 

             ACECHO DE CABRAS MONTESAS.- Al lector-deportista se le puede ocurrir observar que hemos hablado muy poco de la caza al acecho. La razón es que, como se ha mencionado anteriormente, tenemos pocas experiencias que contar, pero no hemos tenido éxito en ese deporte. Tanto en Andalucía como en Castilla hemos seguido algunos de los días de trabajo más largos y duros en busca de cabras montesas, pero sin éxito.

                Las cabras montesas son relativamente escasas, están dispersas en vastas áreas y rara vez se las ve en movimiento durante el día. Por supuesto, en toda caza al acecho es esencial recorrer una gran extensión del terreno. Esto implica cubrir largas distancias, y las extremas dificultades de locomoción en las cordilleras españolas lo impiden. No hablamos sin una base de experiencia comparativa, habiendo visto algo de caza de montaña en varias tierras. Puede ser que nos falte velocidad al caminar para atravesar esos escarpados picos rocosos; estamos lejos de negarlo, que sonrían quienes puedan hacerlo. Pocos lo harán si alguna vez han intentado buscar y acechar al íbice salvaje, o puede ser sólo mala suerte. En cualquier caso, nuestros días más duros en Sierra Nevada o en la Sierra de Gredos no han sido, hasta ahora, recompensados con un solo disparo, o incluso con la visión de un íbice en una posición en la que se podría soñar con acecharlo[...]".

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O´SHEA´S GUIDE TO SPAIN AND PORTUGAL (Guía O´Shea para España y Portugal) 
Henry George O´Shea.
Publicado en 1899. Traducido del inglés
Biblioteca de la Universidad de California en Santa Bárbara

                         “[…] Las 4 leguas de Fuengirola a Marbella parecen mucho más largas que las 5 leguas entre ésta y Estepona, algo bastante frecuente en las carreteras españolas. A la derecha se extiende la posesión densamente plantada del General Concha, Marqués del Duero, cerca del insalubre caserío azotado por la fiebre de San Pedro Alcántara. Observé las cañas de azúcar con qué exuberancia crecen y prosperan en este clima: el mejor termómetro para consultar. Hay excelente tiro entre este y Estepona, que en su mayor parte pertenece a la colonia agrícola del general Concha. Vadeando dos veces el Guadalmanza, pasando por una Torre del mismo nombre, y girando a la derecha por Venta de la Tía, se llega a Estepona a las 19:00 horas, poco después de cruzar el Río Verde.

              Estepona.- 9316 hab. NORDESTE. de Sierra Bermeja; puerto de mar- la Esthebbunáh de los moros, pero conocida anteriormente como (Cilniana de los romanos), pues, según la historia de esta ciudad escrita por Abn Bekr-el-Idrisi Alfarabi, y que dice Ibn-Al-Káthib, contenía en su tiempo ruinas de varios monumentos. El castillo fue construido por los romanos, y hay algunas ruinas de un antiguo acueducto de Salduba en Las Bóvedas. […] Estepona, un pueblo pequeño y limpio, abastece a Gibraltar de frutas y verduras. En su sierra y la de Casares abundan cabras montesas, corzos, etc. 

                     Saldremos mañana a las 9, o mejor, a las 7, para llegar temprano a Gibraltar. (Hay un camino de Estepona a Ronda, que son 7 leguas por la serranía, y al N.O. otro a Gaucín) A las 11 de la mañana llegaremos al castillo de las Sabinillas. Vadearemos el Guadiaro (Fluvius Barbesulae), si no viene muy crecido por la lluvia. Hay un transbordador, unas cuantas yardas más allá, que podemos utilizar. Las tarifas son de 10 c para cada persona, y el mismo precio para cada caballo […]”.

En relación al pasaje del libro, donde el autor escribe acerca de la insalubridad de la colonia agrícola de San Pedro Alcántara - "[...] cerca del insalubre caserío azotado por la fiebre de San Pedro Alcántara [...]" - la revista Cilniana, en su número 20/21, 2007-2008, apuntaba: "[...] Otro problema para la salud es el relacionado con la existencia de paludismo en varias zonas del municipio, lo que dificulta el trabajo de los braceros por las continuas fiebres que genera y que incluso, en 1898, produce la muerte de 20 personas. Las zonas más afectadas serán aquellas que tienen grandes zonas de charcas estancadas, como el núcleo de San Pedro Alcántara o en la zona próxima a Calahonda a principios del XX [...]".[2]

El profesor, José Luis Casado Bellagarza, comenta al respecto en mi muro de facebook, este interesante y pedagógico comentarioLa guía de Henry O’Shea para España y Portugal es imponente, no en vano se la considera similar a la famosa Baedeker. El autor, que llegó a España con las tropas inglesas para combatir a los invasores napoleónicos, en 1815 residía en Valencia, luego pasó a Madrid. Participó en numerosos negocios de la época.
La guía contiene datos de todo tipo de España. No parece probable que O’Shea recorriera todo el país, pero sí esta zona de Málaga, por estar tan cerca de Gibraltar. Así se cita su texto por numerosos autores cuando describe el “Camino inglés”, que iba desde la colonia británica a Ronda.

En cuanto a la fecha de la posible visita a la comarca sería en 1860 o poco antes, ya que Henry murió ese año. Y el marqués del Duero comenzó a construir el caserío de San Pedro Alcántara un par de años antes.

Respecto a la “insalubre aldea azotada por la fiebre”, según he podido traducir, se trata de una afirmación acorde con la realidad. Las zonas encharcadas, sobre todo en la desembocadura de los ríos, tenían como consecuencia la existencia de un paludismo endémico. Además de otras enfermedades, en ocasiones debido al alojamiento poco higiénico de los colonos en chozas. Un hecho que los enemigos políticos del general Concha propagaban en la prensa, a veces con exageración, para desacreditar su obra colonizadora y a él mismo[...]".[3]

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UNEXPLORED SPAIN (La España inexplorada) [1]
Abel Chapman y Walter J. Buck
Publicado en 1910. Traducido del inglés.
Biblioteca de la Universidad de California


[...] CAPÍTULO XXXVI
SERRANÍA DE RONDA (Continuación)
II. SIERRA BERMEJA

                          Sierra Bermeja, situada en la ladera mediterránea, merece una o dos páginas, aunque sólo sea porque ofrece un lugar de encuentro para tres de los huéspedes más peculiares y raros de España: el pinsapo, la cabra montés y el quebrantahuesos. 

                          Nuestra experiencia anterior en Sierra Bermeja, nuestros esfuerzos por estudiar su cabra montés y conseguir uno o dos ejemplares, se cuentan en Wild Spain. Basta aquí con decir que la característica de estas montañas mediterráneas es que aquí la cabra montés vive habitualmente, e incluso se acuesta (como lo hacen las liebres), entre los matorrales de las colinas, una notable desviación de sus hábitos observados en otros lugares, ya sea en España, el Cáucaso y el Himalaya, o dondequiera que se encuentren cabras montesas. Pero como la maleza cubre Sierra Bermeja y otras colinas mediterráneas hasta sus cimas más altas, las cabras salvajes locales literalmente no tienen otra opción. Aun así, un hábitat así debe impactar a los ojos de un cazador como anormal y es, de hecho, un curioso ejemplo de "adaptación al medio ambiente". 1

                              Durante diciembre de 1907 pasamos algunos días en Sierra Bermeja en un intento de acechar al íbice, una tarea difícil cuando la caza siempre está en tres partes ocultas por la maleza. En ocasiones anteriores habíamos asegurado un espécimen de dos acechando (aquí llamado raspagéo) y "conduciendo" ; pero cualquier posibilidad que pudiera haber habido fue aniquilada esta vez por las nieblas incesantes que envuelven las alturas como una cortina opaca. ¡Así que otra expedición cuidadosamente organizada y un trabajo incansable fueron desperdiciados una vez más! 
                         
                         1 El nombre español del íbice, Cabra montes, no significa, como podría parecer, cabra montés, sino cabra de monte; y puede haberse originado en esta región, o al menos de una costumbre que prevalece aquí aunque obsoleto en todas partes.

                             El 19 de diciembre nos dirigimos al "Pinsapal". Este comienza cerca de las cimas más altas, a 5000 pies, se extiende por un tremendo barranco en forma de caracol, que se fusiona en la base con bosques de pinos, principalmente, creemos que es Pinus Pinaster. Este "paseo" duró dos horas, con una niebla a veces muy espesa y a veces un poco más clara, pero que sólo permitía una vista que variaba entre veinte y ochenta yardas.

                          Esto, unido al goteo constante de los gigantescos pinsapos y un viento helado que soplaba a través de la ropa ya empapada, era... bueno, desolador y bastante desesperanzado. Dos veces los perros ladraron, y no podía ser otra cosa que cabras montesas; mientras que D., que estaba apostado a la izquierda, oyó el ruido de los cascos cuando una manada pasó a unos 200 metros, según sus cálculos. Se oyó un segundo grupo, seguido por perros, aunque no se vio en el extremo derecho. Los pinsapos en esta época, y con este tiempo, forman un lugar de descanso favorito, ya que vimos más señales por aquí que en las cimas altas. Un viento de levante en invierno siempre significa niebla y fracaso.

                          Las cabras montesas en invierno se mantienen en las tierras altas a menos que las derribe la nieve. En primavera y verano bajan, incluso a niveles de alcornoques, presumiblemente para evitar el contacto con cabras domesticadas, que entonces pastan en las cimas.

                        El viento del este y la niebla continuaron durante toda una semana, aunque hicimos todo lo que sabíamos, todos los esfuerzos se vieron frustrados por los problemas atmosféricos. Para arrear cabras montesas con éxito, es esencial el entrenamiento experto de los perros. Antiguamente había pastores de cabras que poseían perros hábiles de gran reputación local. Pero estos días de "cacería libre" han pasado a mejor vida, y las cabras montesas de Sierra Bermeja y las de otras sierras españolas han caído recientemente bajo la benéfica égida de la "protección".

                  La vida de las aves en invierno es escasa. Observamos algunos zorzales alirrojos alimentándose de bayas; arrendajos, perdices y muchas palomas torcaces recogiendo bellotas. Los buitres rara vez aparecen aquí, pero se observaron águilas doradas y perdiceras, y en un desfiladero de montaña una pareja de quebrantahuesos tiene su fortaleza, donde en 1891 examinamos sus nidos, uno de los cuales contenía un joven Gipaetus tan grande como un pavo. Eso fue en marzo, en cuya estación abundaban los pinzones en los pinos, y al amanecer la melodía del zorzal azul recordaba las primaveras escandinavas y el canto del zorzal real. Otro pájaro pequeño causaba molestias recurrentes mientras se cazaba cabras montesas. Con un fuerte "Rat, tat, tat", parecido al golpeteo de pezuñas córneas sobre la roca, comienza su canto; luego sigue una nota silbante como la de un cuerpo pesado que pasa a través de la maleza; por un instante uno espera que aparezca la codiciada presa. No, ¡maldito ese pájaro! Es solo un colirrojo negro.

                              Extraemos la siguiente escena de Wild Spain: <<Al levantarse un banco de nubes que descansaba en la ladera de la montaña, divisé cuatro cabras montesas de pie sobre una roca saliente en un marcado relieve 400 yardas más allá. El terreno intermedio era accidentado, rocas y matorrales con pinos dispersos, y, excepto las primeras 50 yardas, el acecho no ofrecía ninguna dificultad. Había pasado el tramo peligroso y ya estaba a 200 yardas, cuando en un momento la niebla húmeda se calmó de nuevo y no vi más la presa. Curiosamente, cuando la niebla se disipó por primera vez, un águila estaba toda desaliñada y abatida en una punta de roca cercana, con las plumas esponjadas y una gran garra amarilla sobresaliendo, al parecer, del centro de su pecho. Entonces, un débil rayo de sol jugó sobre su plumaje bronceado: se sacudió y se lanzó al aire, volando hacia abajo, por suerte sin mover a los íbices, aunque estos tomaron nota de la circunstancia>>.

                      En los bosques más bajos hay algunos cerdos y corzos. Sin embargo, una fortaleza mucho mayor para estos dos animales de caza se encuentra en Almoraima, perteneciente al duque de Medinaceli, a unas seis u ocho leguas al oeste. Almoraima cubre una vasta extensión de tierra montañosa salvaje, sin grandes elevaciones en general, pero toda boscosa y cubierta de jungla. En los niveles más bajos crecen inmensos bosques de alcornoques. Aquí, durante una serie de monterías en febrero de 1910, en las que el escritor, para su eterno pesar, no pudo participar, se capturaron un total de 19 corzos y 52 jabalíes. Las dos mejores cabezas de corzo midieron de la siguiente manera:  

           Longitud (curva exterior)         Circunferencia                   Punta a punta     
                N.º 1 . . . 9 ,1/2                        3 1/2                              3 5/8     
                N.º 2 . . . 9, 1/4                         4 3/8                             3  0/0

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Fuentes

. Biblioteca Nacional de España
. Biblioteca Virtual Andalucía
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Referencias.

[1] Libros localizados, vía, David Torralba Portilla
[2] Revista Cilniana, número 20/21, 2007-2008
[3] José Luis Casado Bellagarza






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