16 mayo 2025

Los testamentos de las Tejerina

Testamento inédito de Francisca Tejerina Martín, otorgado en Cádiz el 11 de marzo de 1911. 
Carmen y Paca Tejerina. Archivo: Juan Andrés Gaitán.


        Existe otro de Carmen, su hermana, que testó ese mismo día, redactado en los términos y voluntades idénticos a los de su hermana.

        Este es uno de los varios testamentos que las hermanas Tejerina otorgarían a lo largo de su vida, toda vez que el último y definitivo fue el que testó Paca el 29 de diciembre de 1925- ya había fallecido Carmen, su hermana- ante el notario de Málaga, Juan Marín Sell. [1]

      Como todos sabemos, el último, deja sin efecto todo o parte de los testamentos anteriores.

        Hay unas cláusulas muy curiosas en este testamento, y es que, en las primeras, ambas se declaran católicas, apostólicas y romanas, haciendo especial hincapié en su entrega y fervor religioso y una constante preocupación por el destino de sus almas y de sus restos mortales una vez que hubieran fallecido, a juzgar por las recurrentes indicaciones a sus herederos para que celebraran misas por el sufragio de sus espíritus. Y no menos curioso es que, si comparamos el testamento que adjunto de 11 de marzo de 1911 con el último y definitivo de 29-12-1925, los legatarios favorecidos no tienen nada que ver el uno con el otro, con lo cual, demuestra un cierto carácter voluble con decisiones condicionadas según soplara el viento. 

Casa de las Tejerinas. Archivo: Juan Ordóñez. Autor: desconocido
Primera mitad del s. XX



    Transcribo literalmente dicho testamento: 
“Testamento Dª Francisca Tejerina Martín
Número ochenta y tres

En la Ciudad de Cádiz a las diez y seis horas de hoy once de Marzo de mil novecientos once; ante mí Don José de Bedoya y Gómez, Licenciado en Derecho y Notario del Distrito de Cádiz correspondiente al Ilustre Colegio de Sevilla, con residencia en esta Capital, y testigos instrumentales que se expresarán, constituidos en mi estudio plaza de Argüelles número cinco, comparece:-
Doña Francisca Tejerina y Martín, natural y vecina de Estepona provincia de Málaga, con residencia accidentalmente en Cádiz calle de San Francisco número diez y nueve, hija de Don Vidal y Doña Francisca difuntos, mayor de edad de estado soltera, pensionista, con cédula personal de clase décima número dos mil novecientos setenta y dos expedida en Estepona por el Recaudador en veinte y dos de Julio último.


Se halla en el libre uso de sus facultades intelectuales, y tiene a juicio de los testigos instrumentales que la ven y entienden, y del Notario que suscribe, la capacidad legal necesaria para otorgar testamento; y habiendo expresado su última voluntad al Notario y a los testigos instrumentales, de acuerdo con sus manifestaciones se redacta este testamento en la forma siguiente-

Primera. Declara que profesa la Santa Religión Católica Apostólica Romana con todos sus Dogmas y Misterios.

Segunda. Encarga al albacea que desempeñe el cargo de los que luego leá de nombrar, que se adquiera en propiedad un nicho ó sepultura análoga, en el cementerio católico del lugar su fallecimiento, para que en él se entierre su cadaver.-



Si Doña Carmen Tejerina hermana de la testadora hubiese fallecido antes y reposasen sus restos en nichos de su propiedad, al fallecer la testadora se le enterrará en uno adquirido temporalmente, y encarga a las herederas y al albacea que luego que transcurra el tiempo que la ley señala se trasladen sus restos al nicho de su nombrada hermana, así como también encarga a sus herederas y albaceas, que sean también trasladados a ese nicho mencionado los restos mortales del padre de la otorgante Don Vidal Tejerina que hoy reposan en nicho adquirido temporalmente en el cementerio de Algeciras.-



Tercera. Deja a la voluntad del albacea que ejerza el cargo, todo lo relativo a su entierro y sufragio por su alma.-

Cuarta. Encarga a sus herederas, que anualmente y en la fecha del aniversario del fallecimiento de la otorgante manden decir una misa en sufragio del alma de la testadora.


Quinta. Si al fallecer la otorgante hubiese muerto ya su hermana Doña Carmen, ordena a las herederas y albaceas que para ese caso ha de nombrar, que entreguen, en concepto de legado por su alma, al Señor Cura Párroco de Estepona, una lámina intransferible de la deuda pública, o bienes inmuebles, suficientes a producir una renta anual de cien pesetas.-
El referido Señor Cura administrará esos bienes e invertirá la renta en el culto de la Santísima Virgen de los Remedios de Estepona, en la forma que quiera y en sufragio de las almas de la otorgante y de su hermana Doña Carmen.-


Sexta. Instituye heredera única y universal de todos sus bienes derechos y acciones presentes y futuros a su hermana Doña Carmen Tejerina y Martín.-

Séptima. Si al fallecer la otorgante hubiese ya fallecido su nombrada hermana Doña Carmen Tejerina instituye únicas y universales herederas, en el remanente de todos sus bienes derechos y acciones presentes y futuros, que quedares después de deducido el importe del legado que deja hecho en la cláusula quinta, a las Señoritas Doña Purificación y Doña Josefa Ramírez y Ramírez, hijas de sus queridos amigos Don Salvador Ramírez y Sánchez Bueno y Doña Josefa Ramírez Galán; entendiéndose hecha esta institución a las dos nombradas señoritas en pleno dominio y por partes iguales y si una de ellas falleciera antes que la otorgante, su parte crecerá a la que sobreviva.-


Octava. Nombra albacea en primer término a su hermana Doña Carmen Tejerina y Martín, y por falta de esta, a Don Salvador Ramírez y Sánchez Bueno; a cada uno en su caso con amplias facultades, para que ocurrido el fallecimiento de la otorgante se aprobare del caudal relicto, lo administre, cobre los créditos cancelando las hipotecas que los aseguren y cualesquiera otras garantías; retire los saldos de cuentas corrientes ó depósitos que existan en metálico efectos públicos ó valores mercantiles en el Banco de España ó en otros establecimientos compañías ó casas particulares, practicando al efecto las liquidaciones y diligencias procedentes; sobre asimismo los seguros que tuviesen hechos la exponente; pague las deudas; venda sin el requisito de subasta los bienes inmuebles que fueran necesarios para pagar atenciones de la testamentaría ó cuya realización considere conveniente; y para que practique cuantos actos contratos y diligencias pudiera efectuar la otorgante, y le prorroga el término legal por otro periodo igual de tiempo para el caso de que dentro del primer año no hubieran podido quedar terminas las operaciones de liquidación, división y adjudicación de los bienes relictos siendo su voluntad que todas las referidas operaciones se practiquen particular y privadamente,¿…?prohíbe de un modo expreso toda intervención judicial.-

Novena. Revoca y anula todas las disposiciones de última voluntad que pudiera tener otorgadas con anterioridad a este testamento.-
Están presentes los testigos instrumentales Don José María de Terán y Campos, empleado, Don Cristóbal García y García, Contador de Navío, y Don Ildefonso Fuente y Noriega, del comercio, todos mayores de edad y vecinos de Cádiz, en quienes no concurre ninguna tacha legal según manifestaron, no constando al Notario que suscribe nada en contrario de su idoneidad.-
Enterados todos del derecho que les advertí tenían para leer por sí este testamento, procedí por su acuerdo a la lectura íntegra del mismo en alta voz, ratificándose la testadora en su contenido por encontrar las anteriores cláusulas conformes en    todo con las manifestaciones que previamente hizo al Notario y testigos instrumentales según se dijo, y en su virtud firman todos los presentes. De todo lo cual, de conocer a la Señora testadora, de haber manifestado los testigos instrumentales que también la conocen, y de haberse practicado en un solo acto todas las formalidades prescritas en la Sección quinta, Capitulo primero, Título y Libro tercero del Código Civil, doy fé, así como también de que este testamento se halla extendido en tres pliegos clase ¿…?         ,serie C teniendo los anteriores a este los números ciento cincuenta y cuatro mil ciento diez y ocho y su correlativo al ciento diez y nueve del mismo millar”.



    En el último folio firman Francisca Tejerina Martín, los testigos y el notario [2].

UNAS PINCELADAS SOBRE VIDA DE LAS TEJERINA.

        Carmen y Paca Tejerina Martín, más conocidas como “Las Tejerina” eran unas singulares señoritas que formaron parte de la alta sociedad esteponera de finales del s. XIX y primer tercio del XX.

      Fueron gente acomodada y propietarias de fincas e inmuebles como el emblemático edificio de La Casa de las Tejerinas entre otros.
 
       En una época donde Estepona era un pequeño pueblo y el número de vecinos en el umbral de la pobreza era muy elevado, ellas fueron unas privilegiadas.

     Disfrutaban de todo tipo de comodidades y de una vida regalada. Fueron viajeras impenitentes y visitaron muchos países. Cuando lo hacían, dejaban las llaves de su casa a María Horrillo - esposa de Cayetano Janeiro, el simpático camarero de La Mezquita- en quien confiaba plenamente, para que regara las plantas en su ausencia y cuidara de su mascota, Otón. En uno de esos viajes, trajeron a Manolito, el hijo de Manuel Sánchez Puyas y de Adela López, dueños del cine-teatro Salón Anita y grandes amigos de ellas, un avión eléctrico que colgaba del techo e iba enchufado a un ladrón “robón” adaptado al portalámparas dando vueltas alrededor de ésta. Era tanto el cariño que le profesaban a Manolito, que le dejaron en herencia una huerta en la Loma del Monte cercana al río el Castor. Lindante a esta última, había otra más pequeña también propiedad de las Tejerina arrendada a Manuel Rivas Valadez, un colono del que hablaré más adelante.
Autor: Pérez Bermúdez. Archivo Temboury. Año 1941


        Hubo una época en que la herencia de las Tejerina, estuvo a punto ir a parar a manos de un granuja. Resultó que Paca estaba herniada y, solicitó en Málaga a un “braguerista” para que le fabricara un braguero. El “braguerista” en cuestión era un pájaro de mucho cuidado que estaba casado y, cuando vino a Estepona a probárselo, vio en esa casa un filón; le ocultó su estado civil haciéndole creer que era soltero y empezó a cortejarla. La Tejerina debió encontrar su príncipe azul en ese sujeto y cayó en sus redes. Llegó incluso a instalarse en la casa de las Tejerina con su mujer haciéndola creer que era su criada. Tal fue el enamoramiento de Paca, que decidió dejarle en herencia una parte de sus bienes – digo una parte, porque supongo que siempre tuvo claro que otra parte sería para la iglesia, dado sus creencias religiosas- beneficiándolo en su testamento. Pasado un tiempo de vivir como un rey, no sé como, pero se descubrió la farsa y los expulsó de su casa. Inmediatamente, fue al notario para revocar dicho testamento [3]
               
Finales de la década de1960. Archivo: Juan A. Gaitán.


        Como todos sabréis por anteriores publicaciones, conocieron a Gonzalo Torrente Ballester cuando vino en 1922 con doce años a visitar a su tía Isabel que estaba casada con el ayudante de marina de Estepona.

        Entre la prolífica obra de Gonzalo Torrente Ballester se encuentran dos libros: Cuadernos de la Romana y Nuevos Cuadernos de la Romana que hacen referencia a su estancia en Estepona, a las hermanas Tejerina y a su amor platónico de la infancia, Anita García Troyano. Estos libros son una recopilación de las notas de trabajo qué a modo de diario, publicó semanalmente en el periódico Informaciones en el suplemento literario: Informaciones de los autores y las letras entre los años 1973 y 1975.

        En el libro, Cuadernos de la Romana, publicado el 23 de noviembre de 1973, habla de una conferencia que pronunció en un hotel de Marbella, cuyo título era Visión poética de Nueva York. En él hace referencia a su estancia en Estepona.

Extracto de dicho libro: “[…] Mi conferencia se titula <<Visión poética de Nueva York>>. Me escuchan unas doscientas personas. El poeta Canales, el abogado Peralta, han venido desde Málaga. Hay un grupo de estudiantes de C.O.U […] Cuando yo vivía por estas riberas – más exactamente en Estepona, a unos veinticinco kilómetros-, y la vida era tranquila, había unas señoritas llamadas Tejerina, casi centenarias, que tenían una casa bellísima en la Plaza Mayor de Estepona; solían invitarme a merendar y contarme historias de sus viajes. Paca, la menor, era charlatana y mentirosa; Carmen, la otra, seria y veraz. Los cuentos los contaba Paca, y si se excedía, Carmen la reconvenía discretamente. Un recuerdo de estas hermanas queda en las tías de Lilaina Aguiar, en mi <<Saga/Fuga>>. Me hubiera gustado volver a Estepona, buscar aquella casa que recuerdo con tanta precisión: su amplio patio de arcadas cerradas de cristaleras multicolores y lleno de plantas, fuentes y arcaduces que hacían fresco el calor. Pero el viaje a Estepona quedó para otra vez […]”. 

        En la publicación del libro Nuevos Cuadernos de la Romana del día 6 de diciembre de 1974, que es una continuación del libro Cuadernos de la Romana; también hace referencia a su visita a Estepona y su impresión tras más de cincuenta años de ausencia.

[…] Estepona, por fin. Mi paso y estancia en esta ciudad data de 1922. Allí cumplí los doce años, y entre mis actividades de entonces se llevaban buena parte del tiempo, más o menos como en los que le siguieron, y no me atrevo a decir que como en los presentes, la literatura y el amor. A qué autor plagiaba entonces no consigo recordarlo: acaso al de “Las minas del Rey Salomón”, que allí leí. En Estepona tuve mi primer Quijote, regalo de un caballero, cojo él, por más señas, a quien no sé si inquietaba o sorprendía mi afición a la lectura […] Pero lo que busqué hoy en Estepona fue la ciudad, y la hallé, no digo intacta, pero escasamente vulnerada, tras las modernas edificaciones turísticas de la playa. En general, respondió a mis recuerdos de tal modo que todo lo pude identificar. La casa en que yo vivía, en la plaza, permanece sin otro aditamento que una puerta más abierta en la fachada. Hoy es un hostal. Casi enfrente se mantiene aún, aunque modificada, la casa, o más bien palacio, de las señoritas de Tejerina, de quienes hable aquí hace un año, viejas, feas y adorables por su simpatía. Interrogué a un anciano, quien me explicó que lo habían dejado todo a la Iglesia, que de su casa se había hecho hospital, y que hoy, ya sin funciones, está abandonada a los pájaros. Ignoro cuál será la situación, que modificaciones habrán introducido en su interior, que recuerdo como ejemplo máximo de suntuosidad andaluza. El exterior lo han estropeado al suprimirle los cierros, al arrancarle la balconada del primer piso, al reducir a ventanas frías una arquería de la tercera planta. Queda, intacta y airosa, la torre de la esquina; queda también, carcomido, el portal claveteado. Alguien de buen gusto ayudándose de viejas fotografías y de recuerdos como los míos, pudiera reconstruirla y dedicarla a hospedaje. Es capaz y se presta a parador o cosa semejante, apta para viajeros que detesten la uniformidad de los grandes hoteles, aun de los de lujo, como éste, tan impersonal en que me alojan […]”. [4] 
 
Gonzalo Torrente Ballester en Estepona.
Libro EL LEVANTE Y EL PONIENTE, tomo 8, de Francisco
Javier Albertos, depositado en la Biblioteca Municipal
de Estepona


        A la luz de las numerosas referencias que hace Torrente Ballester en esos libros sobre Estepona; Anita García Troyano y las Tejerina, queda patente, lo positivamente que le marcó nuestro pueblo y su gente en esa etapa de su vida que, además de los libros arriba mencionados, aparece de manera recurrente en varios libros más.
 
        Francisco Aragón Pérez, escribió una magnífica crónica sobre el paseo del Carmen titulada, Estepona, crónica de un paseo, donde da unas pinceladas del perfil de las hermanas Tejerina: “[...] El paseo a que se refiere el encabezamiento de esta narración no es de los antiguos famosos de extraordinaria belleza, ni de los modernos deleitables marítimos, ni de los amplios y fastuosos, escenarios de grandes desfiles militares y magnas concentraciones, ni menos de los que en su difuso ámbito ofrecen todo género de olorosas plantas de jardinería y caprichosa arboleda; pero es de lo bulliciosos y alegres que poseen muchos pueblos, dotado de bonita ornamentación y del encanto del lugar de su asiento, placentero y admirable. Se alude en este relato a uno de un costero y atractivo pueblo, Estepona –como se habrá supuesto−, que sonríe a la orilla de ese anchuroso lago de ensueño, que es la sensación que da con su quietud, generalmente constante, el azulado Mediterráneo que lo besa. Se trata, finalmente, de nuestro desaparecido ‘’Paseo del Carmen’’[…] En serenas estivales noches de resplandeciente luna, y organizadas por este sin par elemento, se llevaron a cabo en tan deliciosa explanada clásicas buñoladas en las que el buen humor sobresalía, cruzándose bromas entre unos y otros, menudeando los chascarrillos, chistes, etc., y recitándose poesías en las que predominaban las de amoríos. Se cantaban a coro las canciones de moda, que ellos mismo se aplaudían, sin que faltara entre los asistentes alguien que deleitase a los demás con ese cante de incomparable hermosura del que se ha dicho que ofrece infinita capacidad de sugestión musical, lírica y humana, que es el flamenco o ‘’jondo’’, cuyas modulaciones embelesan y encantan, ni tampoco quien lo acompañara con los ricos efectos armónicos de ese maravilloso instrumento que es la guitarra.
 
Promotoras de estas sanas diversiones y animadoras de ellas eran un par de señoritas gaditanas, de apellido Tejerina, llamada una familiarmente Paca y la otra Carmen, metidas en carne, ni altas ni bajas, de aspecto seriote sin exagerar, de mirar penetrante, despaciosas en el andar y solteronas. De esas que llaman mocitas viejas por haber traspasado hacía algún tiempo, aunque no demasiado, la raya de la juventud, poseedoras de un perrito, que atendía por Otón, su fiel compañero, al que prodigaban muchas caricias. Residía aquí de no pocos años atrás y vivían en una casa de su propiedad, sita en la plaza de José Antonio, esquina a la calle que desemboca frente a la plaza del Dr. Arce. Gozaban de buena posición económica y social, amigas de pasarlo bien, chistosas, simpaticonas, un tantico satíricas, y las que la mayordoma de Dios –la Naturaleza, como fue llamada por el autor del ‘’Quijote’’−, poco o nada había favorecido sus rostros. Se daban muy buena y regalada vida, y en su hogar eran frecuentes las ‘’cachupinadas’’, poseyendo hasta un organillo, y pocas eran las fiestas a las que no asistían. De modales finos y educación esmerada no es necesario decir que se llevaban bien con todas sus amistades.
 
Grupo de señoritas de la alta sociedad esteponera que en 1910, bordaron el manto
de la desaparecida Virgen del los Dolores en la quema de la iglesia el 1 de mayo
 de 1936. Archivo: Teresa Janeiro. El original de esta fotografía que perteneció a 
María Horrillo madre de Teresa Janeiro, se encuentra en la Hermandad de la Veracruz.


En esas expansiones playeras, pues en la playa estaba, como se ha dicho, la explanada de que se ha hecho referencia, y traspasando los límites de esta, ocupando la misma arena, cuando el caso lo requería o porque así se tuviera a bien, se dieron, no solo las citadas buñoladas, sino igualmente ‘’sandiadas’’ y ‘’melonadas’’, nombres dados por las Tejerinas −como llamaban todos a las dos hermanas− cuando, en vez de buñuelos, eran sandías o melones, como se habrá más que supuesto, lo que se manducaba. En tales y tan agradables veladas se llegaron a representar graciosas escenas de muchas de las imponderables obras teatrales de los hermanos Álvarez Quintero, y hasta otras del Tenorio. Figúrese el que siga esta crónica a un señor respetable, de semblante serio, jefe de Carabineros de la suprimida Comandancia de aquí, al par que poeta, muy culto, autor de varias publicaciones, ilustre hijo de este pueblo, don Antonio Ruíz Mateo, admirado por sus paisanos, querido de todos y amigo de bromas de buen gusto, en el papel de don Juan, y a la Tejerina, Paca, haciendo las veces de doña Inés (con quevedos de los que entonces se usaban, porque era miope), en el playero escenario donde ‘’la luna en el mar riela’’, recitando, de rodillas, aquellos tan conocidos versos del popular drama: 
−‘’ ¿No es verdad, ángel de amor, 
que en esta apartada orilla 
más pura la luna brilla 
y se respira mejor?’’.
 
Ni que decir tiene que, no ya las circunstantes, sino hasta los curiosos apartados de ellos, se desternillaban de risa, dicho sea en expresión gráfica, ante tal humorada, digna de los mayores aplausos, que todos, sin excepción, abundantemente prodigaban[...]”. [5]

Plaza de las Flores. Autor desconocido


        Manuel Rivas Valadez fue un colono que cultivaba unas tierras arrendadas a las Tejerina por la Loma del Monte cerca del río el Castor lindante con una más grande de Adela López, esposa de Manuel Sánchez Puyas dueño del cine Salón Anita. Casó con Ana López Guerrero. Tuvieron siete hijos: María, Ana, Manuela, Paula, Diego, Manuel y Antonio. Era gente de campo muy humilde y con muchas bocas que alimentar.

        Un día, las Tejerina llamaron a Ana la esposa de Manuel y les propusieron que ya que tenía muchos hijos, que le cediera a María, su hija mayor, para que viviera con ellas y las cuidara con la promesa que la pequeña huerta de su propiedad en la Loma del Monte que Manuel cultivaba con sus hijos Diego y Manuel, que se la dejaría en herencia, - cosa que no fue así a juzgar por su último testamento- .Ante esta propuesta, a Ana se le rompió el corazón porque, aunque eran humildes querían mantener a su familia unida. Accedió a que María las atendiera -tenía solo doce años- pero con la condición que diariamente iría a dormir a su casa de calle Antero nº 7.

        En aquella época, en familias numerosas, humildes y con pocos recursos eso era muy común, y, podríamos pensar que la niña debió tener una vida de lujos y comodidades, pero no fue el caso. Sin entrar en detalles porque a sus descendientes les duele mucho el recuerdo, las Tejerina no la trataron como a una hija. Aun así, las cuidó hasta el último día de sus vidas. [6]
 
        En el último y definitivo  testamento de Paca Tejerina – su hermana Carmen ya había fallecido- aparece Manuel Rivas Valadez como “legatario” y lo pongo entrecomillado porque la pequeña huerta que él cultivaba se la dejó en usufructo vitalicio pero no en propiedad:“[…]a Manuel Riva, su colono, la huerta en el Castor que lleva en arrendamiento, mas solo su usufructo vitalicio y la mera propiedad a Dª Adela López de Sánchez; «mas como aquel solo cultiva un trozo de otra de mayor cabida labrando los dos restantes distintos arrendatarios se practicará en la adjudicación la segregación correspondiente»”.[…]A Dª Adela López de Sánchez, sin profesión en nuda propiedad, y a Don Manuel Rivas Valadés, labrador, en usufructo vitalicio, siendo los dos casados con terceras personas, mayores de edad y de esta vecindad, una suerte de tierra, huerta de riego, en el partido Castor o arroyo de las Cañas de 4.471 metros cuadrados que se segrega de la que tenía 11.177 metros cuadrados, que Dª Francisca heredó de su hermana Dª María del Carmen Tejerina Martín, según consta en escritura firmada ante el Notario de Málaga D. Augusto Barroso Ledesma el 3 de septiembre de 1924. La escritura tiene una nota manuscrita de que esta finca estaba pendiente de inscribirse en el Registro. El valor del trozo segregado es de 1.000 pesetas y, teniendo el usufructuario 47 años corresponde a cada parte 500 pesetas [...]". [7]

        Tras fallecer las Tejerina, María se trasladó a Marruecos entrando a trabajar en la casa de un militar a quien le confeccionaba los trajes y gorros ya que era una extraordinaria modista. 

        Allí conoció a su futuro esposo, el periodista Juan Lobato Barea nacido en el Gastor (Cádiz). Se casaron en 1935 poco antes de la  Guerra Civil. 

Artículos de Juan Lobato Barea publicados desde Marruecos
Archivos: Hemeroteca Nacional.


        Juan provenía de una familia acomodada. Tuvo varios hermanos con carreras universitarias. Uno de ellos era profesor de Idiomas y otro de Historia.

        Tuvieron dos hijos, Virgilio que nació en 1936 en Marruecos y Adelaida que nació en La Línea de la Concepción en 1948, donde se trasladaron.

        Cuando Antonio Gómez Rubio- director y dueño- fundó el ÁREA, Diario del Campo de Gibraltar en la Línea de la Concepción el 17 de marzo de 1956, lo hizo con dos colaboradores: Juan Lobato Barea como subdirector y un compañero más.
Este periódico tuvo el taller en sus comienzos en la calle Gibraltar y salía con una tirada semanal impresa. 

Archivo: Diario ÁREA


        Juan era un periodista muy brillante y de espíritu crítico y creía en la libertad de expresión, cosa que en aquellos años era muy peligroso dada la represión franquista que se ejercía sobre todo el que no tuviera un pensamiento único. Esto le acarreó muchos problemas. En sus artículos reivindicaba cosas tales como: que en La Línea no había luz en las calles, que no había ambulancia ni hospitales y que, cuando alguien tenía un accidente había que llevarlo en unas parihuelas con dos palos y una lona y, esto no le gustaba al Gobierno franquista, con lo cual, estaba más tiempo en la cárcel que fuera de ella. 

Su hija guarda con gran celo un manuscrito denominado Con el pasado a cuestas donde relata las peripecias de su vida personal y periodística.

Primera hoja del manuscrito de Juan Lobato Barea, Con el pasado a cuestas.
 Archivo: Adelaida Lobato


Requisitoria publicada en el Boletin Oficial de Ceuta.
La requisitoria penal es un mandamiento expedido por una autoridad judicial que ordena el llamamiento, la localización y la puesta a disposición judicial de una persona que se encuentra sometida a un proceso penal. 


        En un artículo del periódico Área conmemorando los sesenta y tres años de vida de dicho diario, Juan Luis M. Retamino hizo el siguiente comentario:
«En el año bisiesto de 1956 echó a andar el periódico Área. Quien escribe ni siquiera había nacido. Pero ya Don Antonio Gómez Rubio empezó una andadura siempre ilusionante y atrevida como editar y sacar a la calle un periódico en tiempos difíciles de la dictadura, tan poca amiga de la libertad de expresión […]»

Se cita a Juan Lobato Barea sobre un trabajo en el libro adjunto.


     Como las cosas se ponían feas para Lobato, decidieron emigrar a Argentina donde vivía su cuñada Paula Rivas- hermana de María- y su marido Miguel Espinosa. En la primera solicitud de emigración, el gobierno franquista se lo denegó, pero al fin, tras muchos esfuerzos y diligencias lo consiguió a la segunda.

    Partieron del puerto de Cádiz en el trasatlántico Cabo de Hornos, pasando muchas penalidades en su travesía como ocurría con los barcos de aquella época, donde el confort brillaba por su ausencia.

Trasatlántico Cabo de Hornos. Archivo: historiasdebarcos.blogspot.com


    Juan llegó a Argentina con cincuenta y dos años. Los principios fueron muy duros porque no conseguía trabajo. Trabajó esporádicamente en varias emisoras de radio, hasta que un día, viviendo en Córdoba (Argentina) le llamaron desde Buenos Aires de la recién inaugurada Agencia EFE, la primera corresponsalía en América, para hacerle un contrato.

Carnet de redactor de la Agencia EFE en Buenos Aires, de Juan Lobato Barea.
Archivo: Adelaida Lobato.

    La familia formada por María Rivas López y Juan Lobato Barea, echó raíces en ese país y ahí nacieron las dos generaciones siguientes.
 
Recorte del diario AREA, en la Línea de la Concepción, donde los 
compañeros de Juan Lobato realizan un panegírico de su trabajo en
 Buenos Aires. Archivo: Adelaida Lobato.


    Ellos, como cualquier emigrante, tienen la ansiada esperanza de que algún día puedan visitar la tierra de sus ancestros, conocer la Casa de las Tejerina, donde la matriarca trabajó toda su vida y la calle donde nació [8].

[1] Blog Avatares, de Paco Medina.   
[2] Archivo Provincial de Cádiz.
[3] Testimonio oral de Teresa Janeiro.
[4] Extractos de los libros, Cuadernos de La Romana y Nuevos Cuadernos de La         Romana de Gonzalo Torrente Ballester, compilados  en el libro de Francisco             Javier Albertos, EL LEVANTE Y EL PONIENTE, tomo 8 depositado en la                 Biblioteca Municipal  de Estepona.
[5] Extractos de, Crónica de un Paseo por Francisco Aragón Pérez, localizada por          Juan Andrés Gaitán Arroyo.
[6] [8] Testimonio oral de Adelaida Lobato Rivas.
[7] Blog Avatares, de Paco Medina.


Agradecimientos

A Francisco Javier Albertos ya que, a través de su libro EL LEVANTE Y EL PONIENTE depositado en la biblioteca municipal, pude saber la existencia de los libros Cuadernos de La Romana y Nuevos Cuadernos de La Romana y conocer la vinculación de Gonzalo Torrente Ballester con Estepona. 

A Adelaida Lobato Rivas por su testimonio personal sobre una parte de la vida de las Tejerina.

A Teresa Janeiro q.e.p.d. por su valiosísimo testimonio oral sobre las Tejerina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario