03 diciembre 2021

MIGUEL JEREZ MARMOLEJO (2/3/1854 - 9/5/1925)

                                               D. Miguel Jerez Marmolejo, hijo de D. Miguel Jerez Vázquez, ejerció como médico de la Beneficencia (nombrado el 2 de junio de 1900 )[8], cirujano, forense, ginecólogo, Inspector de Sanidad y oftalmólogo. Fue uno de los pioneros en España en implementar el tratamiento contra la neuralgia del trigémino, también llamada la enfermedad del suicidio, porque el dolor de este trastorno es tan intenso e insufrible que, al no haber tratamiento en aquella época, muchos de los que lo padecían optaban por quitarse la vida.


Miguel Jerez Marmolejo.       Archivo: Teresa Janeiro


                                     Cuando Miguel consultó con su padre que quería estudiar medicina, estuvo de acuerdo, pero le dijo que no quería un médico mediocre, le pidió que estudiara varias especialidades y que su formación fuera lo más completa posible. Gracias a su elevado cociente intelectual, sacaba matrículas de honor en todas sus asignaturas. Durante sus años de profesión, asistía periódicamente a congresos en Málaga, Sevilla, Granada… Su formación era continua y estaba al día en todos los adelantos de la medicina.

                                    Republicano y libre pensador, aunque participó en todas y cada una de las actividades políticas de su padre, se mantuvo un poco más en segundo plano. No obstante, fue concejal del Ayuntamiento de Estepona en 1899, siendo alcalde Jesús Ortega Navarro.[9]

                                    Como hemos comentado en el capítulo referente a su padre, en "Las Dominicales del Libre Pensamiento", "La República" y "El País", rotativos afines a la masonería, al libre pensamiento y al republicanismo, aparecen infinidad de publicaciones mencionándolos a los dos, padre e hijo, por distintos motivos.
 
                                 Ambos eran masones. Pertenecieron a la Logia Fiat Lux 111 de Ronda. El médico fue miembro de honor con el nombre simbólico de Aquiles, mientras que su padre, tomó el de Méndez Núñez. Se dieron de alta en 1884 y causaron baja en 1885. En su casa de Plaza el Ejido, detrás de la biblioteca, había un muro falso que comunicaba con una habitación secreta donde guardaba: símbolos, distintivos e indumentaria masónica. Los Masones cuando hacían su iniciación, adoptaban un nombre simbólico a excepción de nombres de santos. Su cuñado, Manuel Enrique Janeiro Córdoba, también perteneció a la misma logia masónica y fue Secretario gr. 1, Grupo de Ubrique en 1887, con el nombre simbólico de Huevaldo. [10] Era bisabuelo paterno del famoso torero, Jesulin de Ubrique [1].

       

Manuel Enrique Janeiro Córdoba                                                       Miguel Jerez Vázquez
Archivo: Teresa Janeiro

                              Casó en primeras nupcias con María de los Dolores Mena Ayllón (Estepona10/3/1854-Estepona 6/8/1892). Fruto de su matrimonio nacieron: María del Carmen; Francisca, (Estepona 1879-Estepona 1944); Asunción (Estepona 29/10/1882- Estepona 17/4/1957); María, casada con José Cabellos y Díaz de la Guardia; y Antonio (Estepona 21/12/1880-.Madrid 29/3/1963) Inspector General de Aduanas, que casó con Margarita Juan Alemany (1889-1961) [2].

                                 Vivieron en calle Concepción, número 8; calle que era casi en su totalidad propiedad de su padre, el acaudalado armador y propietario Miguel Jerez Vázquez. Cuando falleció su esposa, los cinco hijos habidos de este primer matrimonio marcharon a vivir con su abuelo paterno a calle San Antonio esquina con calle Portada.

                                  En calle Concepción vivió por un corto espacio de tiempo con su segunda esposa, Teresa Janeiro Córdoba (Ubrique 1861- Estepona 16/3/1933)  y los hijos de esta última habidos en su primer matrimonio, Anita y Pedro. En esa casa nació su hijo Miguel, que fallecería con tan solo tres años de edad.

                                          Posteriormente se mudaron a calle Los Reyes. Allí fueron vecinos de Cándido Ortiz Lozano, abogado, juez municipal y alcalde de Estepona entre 1943 y 1046 – entonces era un niño- que vivía con su tía soltera, Encarnación, y un hermano de esta, sacerdote – posiblemente fuera Cándido Ortiz de Ávila –.El pequeño Cándido y Anita Rubiales tenían la misma edad, siendo grandes amigos de juegos. Por último, su morada definitiva sería la casa solariega de Plaza el Ejido, donde nacieron sus hijos, Francisca, Miguel (necrónimo) y Teresita, la benjamina.

Miguel Jerez Marmolejo. Archivo: Inmaculada Marmolejo

                                      Teresa Janeiro Córdoba arribó a Estepona junto a su primer esposo, Cristóbal Rubiales Coveñas para montar un taller de sombrerería, fábrica que tuvieron en Ubrique; y cuando nació su primogénito, Pedro, decidieron trasladar su negocio aquí. Parte de su familia también tenían en Ubrique ese mismo tipo de empresa. La primera tienda de sombreros en Estepona estuvo ubicada en calle Sevilla esquina con calle Ancha. Esa casa perteneció posteriormente de Paca Téllez. Fabricaban todo tipo de sombreros para hombres: de estilos chacós, gorros de piel de conejo, roles o gorras para civiles, militares y marinos. En aquella época el negocio fue muy fructífero. Años después, nació Anita. Pasado un tiempo, Pedro, su hijo, quiso emanciparse y marchó a Ubrique con sus tíos, pero poco después tuvo que retornar de nuevo a Estepona al caer gravemente enfermo su padre y encontrarse su madre sola ante el negocio. Pedro vino acompañado de su tío materno, Emilio, para entre los tres, intentar  mantener a flote la pequeña fábrica familiar. Finalmente, Cristóbal falleció.

                            Pasado unos años, cuando Teresa conoció al doctor Jerez, con el que contrajo matrimonio,  cedió la sombrerería a su hermano Emilio, que la trasladaría cerca de la plaza del Reloj - donde está el actual edificio de Telefónica- y por último, viendo el doctor Jerez que su cuñado pasaba por apuros económicos con el alquiler y que además tenía una numerosa prole que mantener, le cedió un local que tenía en el Torrente de Calancha - antigua tienda de Juan Vázquez- para que trasladara el negocio, sin cobrarle alquiler alguno. 

                               Pedro Rubiales montó la primera serrería que hubo en Estepona, ayudado económicamente por su padrastro el doctor Jerez, y, posteriormente, aprendió el oficio de fotógrafo de la mano de Miguel Ramírez, gran amigo de su tío Emilio, marchando de nuevo a Ubrique.  

                                                                                                     

Francisca Jerez Janeiro       Archivo: Teresa Janeiro


                                              La boda religiosa de Miguel Jerez con Teresa Janeiro fue a regañadientes. Al ser republicano y masón, pasar por la vicaría en un matrimonio eclesiástico suponía entrar en confrontación con sus principios, él quería solo un matrimonio civil. Sus vecinos, los tíos de Cándido Ortiz, gente de comunión diaria, le recriminaban constantemente con cariño que estaba viviendo en “pecado” con una señora que no era su esposa, y que debían regular su relación llevando a cabo el matrimonio como mandaba la Santa Madre Iglesia. Teresa, que era persona muy pía y de fuertes convicciones religiosas, a la que él siempre respetó sus creencias, le hubiera gustado que fuera así, pero nunca le presionó para llevar a cabo dicho matrimonio religioso. Esa actitud de ella y el amor que le profesaba, hizo que el médico se decidiera y accedió hacer esa concesión, pero con la condición que no iba a renunciar a sus ideales. Miguel y Teresa casaron, en la década de 1890. Los padrinos de boda fueron sus vecinos, el cura y su hermana Encarnación y los pajes que portaron las arras y anillos, Cándido Ortiz y su amiga Anita Rubiales. Aquel día, los padrinos fueron felices por partida doble, porque, aprovechando esta ceremonia, Anita que también estaba en “pecado”, fue bautizada.


Miguel (necrónimo) Jerez Janeiro         Archivo: Teresa Janeiro


                                   D. Miguel Jerez tenía en su despacho el esqueleto natural de un cadáver, algo bastante frecuente en las consultas de los médicos de aquella época, pero que provocaba cierto repelús a sus pacientes. Su colega y coetáneo, Francisco Arce Pineda también tenía otro. El primer día que entró su asistente doméstica a limpiar y vio el esqueleto, salió con gran espanto de la casa y nunca más volvió.

                                  La circunscripción para atender a sus pacientes era bastante extensa, ya qué, además de Estepona, atendía a pacientes de la serranía. El horario de trabajo no existía.

                                     A cualquier hora del día o de la noche que le llamaran, siempre estaba presto para cumplir con su obligación. Si observan ustedes, en la mayoría de sus fotos aparece calzando botas de montar; esto era, porque los desplazamientos a los pueblos de la serranía los hacía a caballo, por lo que las usaba en todo momento para estar preparado ante cualquier aviso urgente. Cuentan que, una noche, tuvo que ir a un pueblo de la serranía para atender a una parturienta que traía un alumbramiento complicado. Ensilló su mejor caballo y se dispuso a subir por el camino de Jubrique. A la altura del manantial de la Tejilla, le asaltó un encapuchado, -en aquella época, por esos parajes había muchos salteadores de caminos- le conminó que bajara del caballo y le pidió todo el dinero que llevara encima. Jerez, con el caballo encabritado y relinchando, desenfundó una Browning que llevaba al cinto y acto seguido hizo un disparo al aire, con lo que el malhechor que no imaginaba que el médico iba armado, huyó por entre los árboles como alma que lleva el diablo.


Miguelito Jerez Janeiro. Falleció con solo cuatro años de edad.  Archivo: Teresa Janeiro


                                            Persona muy acaudalada, poseía en su casa varias seras de esparto que contenían monedas de cobre de, 1,2,5 y 10 céntimos; otra de 2 reales; algunas  de 1 y 5 pesetas (duros) de plata y otras de 10, 20, 25 y 100 pesetas de oro.

         
                            En Estepona, los viernes, era costumbre entre los señoritos y la gente acaudalada creyente, hacer obras de caridad y repartir limosnas con los pobres a la puerta de sus casas. Ese día, los pedigüeños hacían largas colas para recoger sus limosnas en las distintas casas del pueblo. Había algunos señoritos que delegaban en sus criados para ese menester. En la casa de Plaza el Ejido no esperaban al viernes, era una práctica diaria. Lo mismo lo entregaba personalmente el médico, su esposa o cualquiera de sus hijos; jamás se lo encomendaban a ningún sirviente. Saltarse esa costumbre de entregar las limosnas los viernes, hacerlas diariamente y confraternizar con la clase “baja” disgustaba enormemente a la mayoría de los donantes de la alta sociedad, que no entendían aquello. Este gesto de solidaridad y empatía con los más desfavorecidos de la sociedad lo repetía también por las noches, acompañado de su buen amigo, el sacerdote José Rodríguez Cárdenas. Por todo ello, el pueblo llano y sencillo le correspondía cada 29 de septiembre, día del Arcángel San Miguel, con todo tipo de regalos. Ese día era una fiesta en la casa de Plaza el Ejido. Desde muy temprana hora de la mañana, iban desfilando por su puerta: uno con una gallina, otro con un conejo, perdices, patos, una caja de brevas, un chivo, unos huevos, pan de higo, panales de miel, una bolsa de almendras…, presentes que gustosamente recibían y agradecían Teresa, su esposa, y su fiel sobrina, María Horrillo.  Así transcurría el día; la gente que acudía, con sus modestos presentes, llegaba deseosa de demostrar su afecto y agradecimiento, bien por las limosnas recibidas o por las visitas médicas sin cobrar por carecer de recursos económicos. 

                                      Las jóvenes de esta familia eran bellísimas. Su estilo, elegancia y saber estar era notorio, pero lo que más valoraba la gente era su cercanía con el pueblo llano. En aquella época, a las damas, era costumbre rendirles pleitesía y piropos por parte de los caballeros. Cuentan que, en los días de junio precedentes a la Feria de San Juan y San Pedro, la familia Jerez iba a comprar sus trajes, zapatos, botas, botines, vestidos etc. a Málaga. Al paso de las jóvenes por calle Larios, los caballeros en señal de admiración, se despojaban de sus capas y las postraban en el suelo al paso de estas; algo arcaico e impensable en los tiempos actuales.  


Teresita Jerez Janeiro. Autor: Juan Gaytán                           Francisca Jerez Janeiro. Autor: Ramón Gil
Archivo: Teresa Janeiro

                                     Como detalle significativo del amor que profesaba a sus hijos, decir que, el médico siempre consideró a Anita como hija propia, no tanto así la sociedad de aquella época, ya que, en su juventud, tuvo un pretendiente perteneciente a una familia muy relevante y acaudalada de Estepona que bebía los vientos por ella, pero sus padres no aceptaban la relación porque suponían que, al no ser hija de sangre, el médico no le legaría en herencia nada de su cuantiosa fortuna, craso error. Un día, en una fiesta que organizaba la familia Quiñones-Gaitán en su casa de calle Puente, invitaron entre otros a la familia Jerez-Janeiro- eran grandes amigos- y a la familia del pretendiente de Anita. En un momento determinado de la fiesta, los invitados tomaron asiento para oír a unos cantaores y guitarristas contratados para el evento. Cuando el cantaor empezó entonando una "media granaína", parecía como si le hubiera leído el pensamiento a la pareja, ya que la letra coincidía exactamente con su amor imposible, a lo que el joven, totalmente abatido, abandonó la fiesta. Finalmente, y muy a su pesar, renunciaron a mantener su relación, consintiendo el joven en casar con la candidata que sus padres le impusieron, no sin antes advertirles que jamás lo verían por la calle del brazo de ella. Nunca olvidó a Anita. Tras el fallecimiento de Teresita Jerez, sus padrinos de bautizo, los Quiñones- Gaitán que la adoraban, no volvieron a hacer más fiestas en su casa.

                                          En esta fotografía vemos de izquierda a derecha: detrás del sillón de su madre a Anita; junto a ella, su hermano de sangre, Pedro Rubiales Janeiro, con bigote y traje oscuro; le sigue, Francisca y Miguel (necrónimo) con traje de marinero. En primer plano a la izquierda, Teresita, la benjamina, apoyada en el hombro de su madre. El patriarca, sentado, sostiene en sus manos un salacot que le trajeron como presente unos amigos que viajaron a  India. 
El motivo de que el  varón menor de la familia, Miguel, vistiera de marinero en esa fotografía, era porque, en aquella época, las familias acomodadas vestían a sus niños con esa indumentaria que era el traje de los domingos. Desde mediados del s. XIX, la reina Victoria de Inglaterra lo puso de moda, vistiendo con dicho traje a su primogénito el príncipe de Gales, Alberto Eduardo.

Familia Jerez-Janeiro-Rubiales.


                                        La siguiente fotografía es una mesa petitoria de La Fiesta de la Flor en Estepona, donde colaboró Teresita Jerez - marcada con una flecha- al igual que hacía en todos los actos benéficos y solidarios que participaban las señoritas de la alta sociedad esteponera. 
                             "Esta fiesta comenzó en Sevilla en 1916, fundada por la reina Victoria Eugenia y la condesa de Lebrija que fue presidenta del Patronato de Damas de la Junta Antituberculosa. A partir del año 1920, dejó de ser una fiesta local de Sevilla, y se extendió por todo el territorio andaluz. La fotografía se puede fechar con casi total seguridad entre los años 1921/1926"
                               El texto entrecomillado es un comentario que hizo el autor del blog: Fotos y postales antiguas de Sevilla: Resultados de la búsqueda de Fiesta de la flor (postalesyfotosantiguasdesevilla.blogspot.com) Teresita falleció el 12 de julio de 1924, por tanto, podemos datar la fotografía entre los años 1921/1924.

Fiesta de la Flor en Estepona             Archivo: Teresa Janeiro. Autor: Juan Gaytán


 

                                         La siguiente fotografía de Juan Gaytán, pertenece a una representación benéfica que organizaron a favor de los heridos de la Guerra del Rif. La instantánea se publicó el 5/10/1921 en La Unión Ilustrada, p. 22. Teresita Jerez es la que está marcada con el número 1. Como nota curiosa, si observamos sus fotografías, veremos que en todas aparece con un flequillo sobre su sien izquierda; el motivo era porque de pequeña tropezó, y al caerse se hizo una herida en esa zona, le cogieron unos cuantos puntos de sutura, quedándole una pequeña cicatriz y como era muy presumida se la tapaba de esa guisa. Todas las mañanas al acicalarse, se cuidaba mucho que el flequillo quedara inamovible en el lugar correcto. 
  
                                  Teresita fue madrina de bautizo de Juana Jiménez esposa de José Mª. Aragón Fernández, (farmacéutico). El padrino fue Armando,  hermano mayor de la neófita.

                                   El numero 2 era la señorita Emilia Troyano Gil, hija del doctor Manuel Troyano Lobo; número 3 era la señorita María de los Dolores Albertos Salinas, hija del Teniente Coronel de la Comandancia de Carabineros de Estepona, José Albertos González;  número 4 la señorita Manolita López Gómez, hija del acaudalado terrateniente y alcalde, Antonio López y número 5 Francisco Sánchez Vázquez, empresario y comerciante, propietario de la Panificadora La Moderna.

 

Representación de teatro con alegoría de La Victoria. "El héroe caído, las compungidas enfermeras y, coronando la escena, La Victoria con su corona de laurel"  Autor de la foto: Juan Gaytán. Texto: Juan Andrés Gaitán Arroyo. Archivo: Teresa Janeiro



                                              Su hija, Francisca Jerez Mena, habida en el primer matrimonio, casó el 28 de febrero de 1902 [3] con un brillante y reconocido notario nacido en Casares, Juan Barroso Ledesma, establecido en la ciudad de Málaga, en la avenida de Carlos Häes (actual calle Córdoba), nº 4, primero. Este joven poseía un alto cociente intelectual. En el expediente académico de la Universidad Literaria de Granada donde cursó estudios de Derecho y Filosofía y Letras, casi la totalidad de las notas que aparecen son sobresalientes. Poseía la biblioteca privada más importante de la capital junto a la de Narciso Díaz de Escovar y una de las más importantes de España, que fue destruida con el incendio del local de La Unión Mercantil en los disturbios del 19 de julio de1936.

                                     En 1902, Juan Barroso ingresó en la Sociedad Malagueña de Ciencias perteneciendo en 1911 a la Junta de Gobierno [3-B]. El 15 de diciembre de 1910, entró a formar parte como académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga. [3-A].                                         

                                    Represaliado junto a su hijo, Juan Barroso Jerez (abogado y falangista), durante la Guerra Civil, acusados de ser elementos fascistas y de haber realizado este último, junto con su cuñado, disparos a un Agente de la Autoridad el 19 de julio de 1936 en la calle Strachan. En la declaración que hizo su hijo en la Causa General, denunciaba que ese mismo día 19, elementos de izquierdas asaltaban La Unión Mercantil – ese suceso supuso la desaparición y cierre del histórico rotativo- y que fue a pedir ayuda al retén de la Guardia Civil que se encontraba frente de su casa en el Banco de España, arguyendo que la Notaría de su padre estaba en el primer piso, ayuda que le fue denegada, incendiándose la valiosísima biblioteca mencionada junto con el local del periódico. [4]

                                                  Cristóbal Navarro Díaz, diputado y abogado esteponero, primo de Antonia Guerrero Díaz y dueño de una parte de la fortuna que posteriormente heredó José Nadal, otorgó testamento el día 30 de septiembre de 1905 en Málaga ante este notario público.

                                               Tras una vida profesional de más de treinta y cinco años, se le comunicó la jubilación forzosa por el Ministerio de Justicia, el 31 de marzo de 1943.
 
                                        Sus restos mortales descansan junto a los de sus hermanos, Augusto- el que fuera notario durante un tiempo en Estepona- e Isabel, en un panteón del cementerio de San Miguel (Málaga). 

                                             Francisca Jerez Mena heredó de su padre, el Café del Centro, más tarde propiedad de “Falucho” y la finca de “Las Abejeras”.

                                              Otra de sus hijas, Asunción (1882-1957), casó con Miguel Simón Calcaño (29/9/1872-14/5/1926) abogado, teniente fiscal y juez municipal; nacido en Sevilla y bautizado en la Parroquia de la Magdalena el 29/9/1872 [5]. Este, en agradecimiento a su suegro que, por motivos obvios, nunca le cobraba las visitas ginecológicas que hacía a su esposa, le regaló un bonito reloj de bolsillo de oro.



Fotografía de la casa solariega del doctor Jerez, en plaza El Ejido, actual plaza doctor Arce. A la derecha, la calle Puente y al fondo la calle Correo, ambas, actual calle Adolfo Suárez de Figueroa. El matasellos está fechado el, 6 de agosto de1913, en Tánger.            Archivo: Juan Ordoñez Bazán


                                        El Café del Centro, así como la vivienda, situada esta última en la planta superior, era de su propiedad. El Café tenía dos accesos, uno por plaza El Ejido y otro por calle Puente. El inmueble era inmensamente grande y ocupaba buena parte de la manzana. La entrada de la vivienda era por plaza El Ejido, accediendo por una bonita escalera imperial de mármol blanco, la cual tenía en el centro del primer escalón, las iniciales MJV en color verde oscuro, ya que esa casa perteneció a su padre, el potentado armador y político, Miguel Jerez Vázquez, casa que cedió a su hijo cuando este se casó. Desde ese escalón y elevando la mirada, se veía una bellísima claraboya con cristales de colores que daba luz a un patio interior. Las caballerizas las tenía por el Torrente de Calancha a la altura del actual Salón de Juegos. Disponía de una cuadra de los mejores y más bellos corceles.  

                                   En esa época trabajaban en el Café, Manuel Rodríguez García “El Antequerano” y Juan Espinosa. Había veces que, estando Juan en la puerta del Café echando un cigarrillo y departiendo con los tratantes de caballos que bullían por allí, se asomaba Miguelito Jerez al balcón, y para bromear con él le decía:  "Juan, ¡que me tiro, que me tiro!", a lo que el pobre Juan, que le tenía gran afecto al chiquillo, le reprendía muy enfadado por sobresaltarlo con semejante broma.

Anita Rubiales Janeiro       Archivo: Teresa Janeiro

                                        Bien entrado en la senectud y ante la imposibilidad de gestionar el Café del Centro, lo alquiló a sus empleados. Pasado los años, Manuel Rodríguez abandonó para independizarse y abrir la famosa Bodega Nueva en Banda del Mar, siendo cosechero y criador de vinos finos. Tenía un alambique con el que fabricaba un excelente anís denominado Flor del Mediterráneo.

                                       Tras quedar solo, Juan Espinosa regentó un tiempo el Café hasta que cayó enfermo y se lo traspasó al “Temprano” y a “Falucho”. Ambos estuvieron en sociedad unos años, hasta que el primero se desvinculó y su socio se hizo cargo pasando a denominarse la Bodega de Falucho, famoso establecimiento que casi todos mis coetáneos habrán conocido. También fue famosa esta bodega por la mona que tenía en la puerta y que era el regocijo de la chiquillería. El primate lo consiguió porque un forastero, que llegó en un barco, lo portaba en su hombro, siendo objeto de sorpresa de los chavales y los parroquianos, y, como había consumió en exceso en la bodega, cuando fue a pagar, entre lo beodo que se encontraba y que no tenía en sus bolsillos ni la cuarta parte del importe de la cuenta, lo tuvo que dejar en prenda hasta que volviera con el dinero que faltaba para recuperarlo. Nunca volvió a por él ni a saldar la deuda.
 
                                    A finales del primer tercio del s. XX, esa casa estuvo habitada por el notario Luis Montero Losada y su numerosa prole. Allí tuvo la notaría y su vivienda.

                                 En la fotografía inferior podemos ver el cauce de río Calancha y la parte trasera de la casa, donde el médico guardaba las caballerías.

                                A la derecha hay un pequeño callejón que comunica con la plaza El Ejido, y justo en la fachada que tiene la parte superior de la esquina achaflanada, tuvieron Los Tudelas - se ve en la fotografía una persona vestida de oscuro en el dintel de la puerta- una tienda de altramuces, alcatufas, madroños, palmitos, castañas, tagarrinas, espárragos, almendras, avellanas, laurel... de todo un poco.

                              El inmueble era muy pequeño. Constaba solo de una estancia en la planta baja, con un pequeño mostrador para la tienda, y la planta superior de la misma superficie destinada a una minúscula vivienda. Los Tudelas eran cuatro hermanos solteros, dos varones y dos mujeres; gente de orden, pero con muy mal carácter, sobre todo con los niños, algo incongruente para su pequeño comercio, dado que la chiquillería era su principal clientela y fuente de ingresos. Por la noche, ponían los altramuces a remojar en unos recipientes colgados de una cuerda, en el pozo de la plaza El Ejido, para recogerlos a la mañana siguiente. Más de una noche, Eduardo, un rapazuelo muy travieso, sobrino del doctor Jerez, cortaba la cuerda yendo los altramuces a parar al fondo del mismo, con el consiguiente enfado de aquellos, a lo que el médico, tenía que asumir el reembolso del importe del desaguisado, toda vez que los padres del niño tenían que dar de comer a muchas bocas - era una numerosa prole - y su situación económica no era nada boyante.

.

Torrente de Calancha.           Archivo: Juan Ordoñez Bazán.
                                     
                                     
                                      La biblioteca del doctor Jerez estaba ubicada donde se aprecia el único balcón adelantado de la derecha. En la planta inferior tenía las caballerizas. En esa profusa biblioteca había libros de gran valor y antigüedad. Por las noches, una vez terminada sus labores, María, sobrina de doña Teresa, persona de grandes inquietudes por ampliar sus conocimientos, solía visitarla. Leía todo cuanto podía bajo la luz del candil. Las noches de estío, cuando cansada de leer se asomaba a ese balcón a respirar un poco de aire fresco, se entretenía contando las ratas que eran legión, desfilando tranquilamente por el cauce del río.
La intensa tormenta caída el 7 de febrero de 1900 en Estepona, derribó el muro de contención del río e inundó locales y viviendas. Entre los más afectados se encontraban, el Cuartel y la Comandancia de Carabineros; el Hospital de Caridad; la confitería de Andrés Jiménez; la tienda de José García Aguilar; la sombrerería de Emilio Janeiro y la citada caballeriza del médico que perdió varios corceles ahogados. [6]  

                                                 "[...] Corre por medio del pueblo el pequeño arroyo de Calancha que tiene origen en un pago de viñas de su térm.; lleva agua en el invierno, y sobre él hay 3 puentecitos, dos de madera y uno de mampostería que sirven para la comunicación de las calles, de los cuales el último tiene 2 ojos y 12 pies de altura [...]". [7]  


Función de teatro a beneficio de los heridos de la Guerra del Rif. Teresita Jerez es la tercera por la derecha. Esta fotografía la publicó La Unión Ilustrada el 18/2/1923. Autor: Juan Gaytán. Archivo: Teresa Janeiro Horrillo

                                           En esa casa vivieron años muy felices, pero todo se truncó con la visita de una sobrina de la familia de los Marmolejos que vivía en Ceuta. Esta joven venía afectada de tuberculosis, una enfermedad gravísima en aquella época. Esta enfermedad fue el azote de la humanidad durante mucho tiempo. La madre la mandó a Estepona por ver si mejoraba su salud, pero le ocultó a su primo la enfermedad que portaba, durmiendo por tanto en la misma cama de Teresita, con lo que contagió a todos sus primos, que fallecieron en un breve espacio de tiempo.

                                           Anita falleció el 8 de febrero de 1916; Francisca el 26 de diciembre de 1916; y Miguel el 7 de noviembre de 1918 con 18 años.



Teresa Janeiro Córdoba       Archivo: Teresa Janeiro Horrillo

                                           Rotos de dolor por la pérdida de sus tres hijos, conscientes que Teresita se encontraba triste y además contagiada con esa mortífera enfermedad, sus padres decidieron que viajara a Ubrique con la familia de Teresa, de donde era oriunda, para que respirara el aire puro de la sierra y evadirse de la tragedia acontecida a sus hermanos. En el viaje, como siempre, le acompañó su fiel e inseparable, María Horrillo Ocaña, quien trabajó desde muy pequeña en esa casa y que, con los años, sería su prima política por la boda con su primo Cayetano Janeiro. Ella vio nacer a esos niños y también vivió en primera persona los luctuosos acontecimientos de sus fallecimientos. María los adoraba tanto que, durante toda su vida, guardó luto por ellos.

                                         Teresita murió el 12 de julio de 1924 con 20. Solo sobrevivió Pedro, porque en aquella época no se encontraba en España. Marchó a hacer fortuna a (Córdoba) Argentina. Esa circunstancia fue la que pudo haber salvado su vida.

                                        Cuentan que, estando Teresita agonizante y postrada en su cama, a su cabecera se encontraba su fiel e inseparable prima, María, estrechando su mano. Los días que duró la agonía, no se separó un segundo de ella, jamás le importó estar tan cerca dado el carácter altamente contagioso de esa enfermedad. Mientras, su padre, apesadumbrado, tomaba constantemente su débil pulso, consciente que la vida de su hija se iba apagando. A los pies de la cama, sus afligidos padrinos, Andrés Quiñones Carrillo, su esposa, Teresa Gaitán Rodríguez, y su madre, ya, sin lágrimas que derramar y rota de dolor. En un momento de lucidez de Teresita, con ojos vidriosos, tez pálida y voz quebrada, pidió a sus padres con un entrecortado hilo de voz, que nunca olvidaran a María,- era huérfana- que la cuidaran y protegieran como habían hecho hasta entonces.

                                         Teresita expiró en los brazos de María.

Teresita Jerez.    Autor: Ramón Gil.     Archivo: Teresa Janeiro

                                                Remontémonos un poco en el tiempo. Antes del fallecimiento del joven Miguel y Teresita - ya habían fallecido sus hermanas, Anita y Francisca -, corría el año 1918, era la feria de San Juan y San Pedro. El 24 de junio había una gran corrida de toros y don Miguel era muy aficionado. Para la ocasión, doña Teresa había mandado hacer para Miguelito, un inmaculado traje de corto de color blanco y otro de igual color de faralaes para Teresita. Estos trajes los confeccionó su modista personal, María Infantes, madre de Diego Perea Infantes – distribuidor de las máquinas de coser Singer -, y su abuela, que trabajó de planchadora para esta familia. Teresita y Miguel salieron con sus impolutos trajes para ver la corrida, acompañados de su padre, ante la mirada de cariño y orgullo de su madre al verlos con su indumentaria andaluza. De nuevo, la desgracia se cernía sobre esta familia. A la vuelta de la corrida, cuando Teresa abrió la puerta para recibir a sus hijos y esposo, vio con horror que Miguelito traía su traje teñido de rojo debido a un vómito de sangre, al instante supo que había contraído la temible enfermedad. El día 7 de noviembre de ese mismo año falleció. Los padrinos de bautizo de Miguelito eran, Felipe de Ariño y Michelena, teniente de navío y abogado, y su esposa, Teresa Chacón de Hoyos.

De izquierda a derecha, Teresita Janeiro; María Horrillo, Caridad Tineo (esposa de Pedro Rubiales);
sus hijas, Teresa y Sebastiana Rubiales y su prima, Julia Janeiro. Parque Nacional de Grazalema (Ubrique), 3/7/1922.           Archivo: Teresa Janeiro





                                   Tras el fallecimiento de Teresita, el doctor Jerez perdió la razón, quizás, debido a los trágicos y luctuosos sucesos acaecidos en sus hijos.

                          En el libro, Estepona en el Archivo Díaz de Escovar, de Fco. Javier Albertos, un juez que le trató personalmente, relata en un pasaje de un extenso informe dirigido a su superior, el estado mental del doctor Jerez. Dicho informe, lo envió el 20 de julio de 1927 el Juez de 1ª Instancia e Instrucción de Estepona, Francisco Bocanegra Villalba, al Ilmo. Sr. Bonifacio Álvarez, Magistrado Inspector del Territorio de Granada, en relación con un contencioso que tuvo con su colega, el juez Ignacio Infante Pérez de Vargas: “[…]Contertulio habitual del café Maravilla lo fue en vida el anterior médico forense don Miguel Jerez Marmolejo el cual se distraía presenciando las partidas de tresillo unas veces al lado de unos y otros más como el Sr. Jerez a consecuencia de las rarezas y anomalías mentales de su vejez que le daba por correr puntas de cigarros del suelo, cajas de cerillas vacías, que coleccionaba sacando un pañuelo extendido en las piernas, tirar las cartas y descubrirlas causando desórdenes en su reglamentada colocación y secreto, mandar matar moscas molestando en fin con su presencia a cuantos Srs. Asistían al local dando con ello motivo a dos o tres veces prudentemente en respetuosa consideración a sus canas y a su estado fuera amonestado por algunos Srs y como la última vez con palabras fuertes el Oficial de Infantería don Ernesto Guitard le regañara interviniendo el declarante y el entonces Alcalde Don Ildefonso Chacón para cortar el incidente es cierto que dicho Sr. Jerez contestó en forma descompuesta al informante pero teniendo en cuenta su estado le fue dispensada la falta y para evitar se repitiera esas lamentables situaciones se rogó al dueño de café Don Enrique López de modo discreto procurara impedir entrara en el salón de tresillo dicho Sr. lo cual hizo con el beneplácito de todos incluso de su respetable Sra que me mandó recado por el Alguacil dándome las gracias y que la dispensara cualquier molestia en consideración a su estado impidiendo su entrada en el café que ella quería y no podía evitarlo.
           Testigos presenciales de lo ocurrido además de los citados los que fueron entre otros muchos los Srs. Silverio Nova, Cura Párroco don Antonio Cuadra, Teniente de la Guardia Civil don Tiburcio Martin, don José Nadal, Registrador don Fernando Rollán, y otros muchos más que ya no recuerda con toda seguridad
             Conocedor por tanto el informante de la perturbación mental del Sr. Jerez extremo que técnicamente puede corroborar sus compañeros de profesión Don Francisco Arce, don Manuel Troyano, y don David Gómez Paradas, es claro que en modo alguno aun dando mayores motivos dicho Sr. podía admitir la disputa ni riñas ya que desgraciadamente se encontraba enfermo sin darse cuenta de lo que hacía y prueba de ello que el declarante continuó su afable trato con él su cortés relación con su Sra y demás distinguida familia a los que tengo verdadero afecto con el detalle interesante de que diez minutos antes de morir le hice la última visita y a su entierro en sitio preferente por indicación y deseo de su Sra y familia llevé una de las cintas de su ataúd
[…]".

Teresa Janeiro Córdoba     Archivo: Teresa Janeiro Horrillo


                                             En la etapa final de su vida se deshizo de la flota pesquera heredada de su padre: trasmallos, sardinales, fruteros, faluchos, jábegas y un elegante pailebote que su progenitor, orgulloso de su hijo, bautizó con el nombre de "El Joven Miguel". Dicho pailebote, -habida cuenta que en Estepona no había puerto ni diques de refugio, solo existía la ensenada de Punta Doncella-, lo tenía fondeado en el puerto de Gibraltar. La flota la compró el alcalde y armador, Simón Fernández Escarcena. 

                                              Era gran amigo de Andrés Quiñones Carrillo, dueño de la farmacia de calle Puente, y de Ricardo Ugarte y Chinchilla, propietario de Transportes Ugarte, que casó con Asunción Ledesma. 

                                                  Cuando cayó gravemente enfermo, desde su habitación llamó a María, su sobrina. Por el tono de voz, ésta presintió que su tío no se encontraba bien, acudió y lo encontró tumbado en la cama muy desmejorado; le escribió una receta  para  Andrés (farmacéutico) y otra para Ricardo. La del primero era un medicamente que se auto prescribió y la otra para que Ricardo acudiese al notario para testar. Al no estar Teresa, su esposa, en ese momento, en Estepona, ya que se encontraba en Fuentes de Andalucía (Sevilla) visitando a su hijo Pedro y sus nietas, le pidió que le enviara un telegrama contándole su crítica situación. Cuando Andrés leyó el fármaco que había escrito, frunció el ceño y con cara de preocupación, cogió la medicina y salió rápidamente en dirección a la casa que quedaba justo enfrente para administrárselo él mismo. Cuando lo vio, se percató de la gravedad y del poco tiempo de vida que le quedaba. Tras recibir Teresa el telegrama, emprendió rápidamente el viaje desde Sevilla acompañada de su hijo Pedro, pudiendo llegar a tiempo para despedirse de él antes que expirara. El doctor Jerez falleció el 10 de mayo de 1925 a la edad de 72 años, solo diez meses después del óbito de su benjamina, Teresita.

                                   D. Miguel era tan apreciado en su pueblo, que el día de su entierro fue una gran manifestación de duelo. La asistencia fue de lo más heterogénea y singular. Acompañaba al cortejo fúnebre las fuerzas vivas del pueblo y gente de clase alta  con los que, a pesar de su elevada posición social, no se identificaba en absoluto, y también el pueblo llano: campesinos, pescadores, gitanos y gente pobre de solemnidad, a los que socorría continuamente. Éstos últimos, más desinhibidos, lloraban desconsoladamente la pérdida de su benefactor.

Teresita Jerez Janeiro. Autor: Juan Gaytán.   Archivo: Teresa Janeiro

                                      Por tantas tragedias acontecidas en esa casa, ya que esos  luctuosos y trágicos recuerdos se le agolpaban en su mente día tras días, su viuda, Teresa, decidió trasladarse a una vivienda que poseían arriba de la Bodega Nueva junto a la serrería de su hijo Pedro.

                                            Teresa acordó, con los hijos habidos en el primer matrimonio de su esposo con María de los Dolores Mena Ayllón, que renunciaría a su parte de la herencia a cambio de una renta vitalicia que estos le pasarían.

                                         Su última morada fue, una casa que alquiló en calle Castillo donde vivió hasta el final de sus días junto a su sobrino Cayetano Janeiro, los hijos de éste: Pepe, Teresa, Emilia y Cayetano y su esposa, su inseparable María Horrillo, a quien quiso y consideró como a una hija. Como la casa era muy grande, la planta superior se la alquiló a Silverio Noval  y ellos se quedaron con la planta baja.
Teresita Jerez Janeiro.      Autor: Juan Gaytán.       Archivo: Teresa Janeiro

                                 Tras la vuelta de Pedro Rubiales de Buenos Aires, estuvo apoyando moralmente a su madre y tratando de distraer su mente. Para que intentara evadirse un poco de los tristes recuerdos, la llevó a la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, en compañía de su inseparable María Horrillo.

                                   La Exposición Iberoamericana de Sevilla la inauguró el rey Alfonso XIII y su esposa, la reina Victoria Eugenia (Ena) de Battenberg. La entrada a la exposición costaba dos pesetas

                                   En la fotografía inferior podemos ver a María Horrillo en la Plaza de América. Al fondo se puede apreciar el Pabellón de Industrias y Artes Decorativas que pasó a ser conocido como el Pabellón Mudéjar. Actualmente es el Museo de Artes y Costumbres Populares. 


María Horrillo              Archivo: Teresa Janeiro
           

                            El concejal D. José Rodríguez Cano, durante la II República, en el Pleno celebrado el 28 de julio de 1932, propuso el cambio de nombre de la Plaza de El Ejido por Plaza de D. Miguel Jerez. El acta correspondiente es bastante parca en razones: 
                      «Pide la palabra el Concejal Don José Rodriguez Cano y dice: que interpretando el deseo de bastantes vecinos de esta villa propone que la Corporación acuerde dar á la Plazuela que hoy se denomina Ejido el nombre de Don Miguel Jerez (...)
Por unanimidad se acuerda acceder á la propuesta del Sr. Rodríguez Cano, y que sean adquiridas las lápidas dando el nombre a dicha plazuela y (…) »
                              Tras el Alzamiento Nacional, el Ayuntamiento cambió los nombres de todas las calles que se habían modificado durante la República, unas retomando el nombre que tenían antes y otras dedicándolas a figuras del Movimiento, salvo la Plaza dedicada a D. Miguel Jerez. 
                          Sin embargo, En el acta de la sesión ordinaria celebrada por el Ayuntamiento Pleno el día 3 de octubre de 1951 se recoge: 
                    «A continuación y como venía anunciado en el nº 6 del orden del día, se dió lectura al acuerdo que en uso de las facultades del articulo 122, apartado C de la Ley de Regimen Local de 16 de Diciembre de 1950, fue tomado por la Comisión Municipal Permanente, en sesión ordinaria celebrada el día 26 de septiembre pasado por el que se jubiló de oficio al médico de A.P.D. de este Municipio Don Francisco Arce Pineda, por tener más de setenta años de edad y llevar más de treinta años de servicio.
La Corporación quedó enterada del citado acuerdo mostrando su conformidad y a propuesta de la Alcaldía-Presidencia (Don Francisco Arbós Ballesté), acordó por unanimidad que, en agradecimiento a la labor benemerita, llena del mayor desinterés y altruismo, que Don Francisco Arce Pineda ha prestado en esta localidad durante los cincuenta y tres años que sin interrupción ha ejercido su profesión de médico de A.P.D., por lo que tanto el vecindario como este Ayuntamiento sentiran hacia el Sr. Arce Pineda una gratitud imperecedera, se hagan las gestiones pertinentes para que el Excmo. Sr Ministro de Trabajo se le conceda la Medalla individual de Oro; que la Plaza de Egido de esta población, se denomine en lo sucesivo "Plaza de Don Francisco Arce", y sea jubilado concediendosele el haber pasivo del mayor sueldo disfrutado por el mismo durante el ejercicio de su profesión».
                           De los datos analizados, resulta un tanto injusto que no habiendo encontrado ningún acta de Pleno municipal que eliminase la denominación Plaza de Don Miguel Jerez, aprobada durante la República, se le dedicase dicha Plaza al Dr. Arce. 
                       La explicación que cabe es que al ser el nombre original el de Plaza de El Ejido, la denominación de Plaza de Don Miguel Jerez no se afianzase y, popularmente, se mantuviese el nombre primitivo. Más cuando en 1940, se acuerda encargar placa para la Plaza de El Ejido y que, de hecho, algunos familiares del Sr. Jerez desconocían que el Ayuntamiento le había homenajeado poniéndole su nombre a la plaza donde se ubicaba su casa. 
                            La cuestión clave sobre este caso, es que hay un acuerdo del Ayuntamiento, de 1932, de denominar la Plaza de El Ejido como Plaza de Don Miguel Jerez y no ha sido revocado explícitamente. 
                      Estepona tiene una deuda con D. Miguel Jerez Marmolejo que se debería saldar, bien en su plaza, bien en otra calle o plaza de la localidad. [11]





Referencias

. [1]          Antonio Jerez de la Vega
. [2]              íd.
. [3]              íd.
. [3-A]      Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga
. [3-B]      Sociedad Malagueña de Ciencias
. [4]          Causa General de Málaga, 5ª pieza
. [5]          Antonio Jerez de la Vega
. [6]          El Imparcial, 8/2/1900
. [7]          Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico, de Pascual Madoz, año 1847
. [8]          Francisco Medina Infantes.
. [9]              íd. 
. [10]        PINTO MOLINA, María, La Masonería en Málaga y Provincia (Último tercio del s.                     XIX) 
·[11]         Francisco Medina Infantes

Testimonios orales

. Teresa Janeiro Horrillo

Archivos fotográficos

. Teresa Janeiro Horrillo
. Juan Ordoñez Bazán
.  Antonio Jerez de la Vega.

Hemerotecas

BOE; Causa General de Málaga, 5ª Pieza, Justicia Roja; Anuario General de Málaga, 1930; Lo que el fuego se llevó, diario SUR, 8/5/2006; Asociación de Amigos del Cementerio de San Miguel de Málaga; Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga; Sociedad Malagueña de Ciencias; Las Dominicales del Libre Pensamiento. 

Bibliografía

· VÁZQUEZ GARCÍA, Alfonso, Los Creixell y  la Unión Ilustrada

·CABALLERO CORTÉS, Ángela, La Educación en la Segunda República en Málaga (1931-   1937)

· FLORES NUÑEZ, Pilar, Conservatorio de Música de Málaga: Proceso Pedagógico,         Historia y Genero (1869.1959)

· PINTO MOLINA, María, La Masonería en Málaga y Provincia (Último tercio del s. XIX)

· JAVIER ALBERTOS, Francisco Javier, Estepona en el archivo Díaz de Escovar

· BIBLIOTECA DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA, Memoria acerca del estado de la     Universidad Literaria de Granada en los Cursos Académicos de 1887 a 88,88 a 89 y 89   a 90

No hay comentarios:

Publicar un comentario