14 diciembre 2025

Relato de un forastero que vivió en Estepona a principios del s. XX.

         Relato de un forastero que vivió su infancia en Estepona a principios del s. XX.

        Es un documento muy interesante, donde el autor narra la vida de la Estepona de aquella época, mostrando un retrato fiel de la misma.
Archivo: Biblioteca Virtual de la Provincia de Málaga. Legado Temboury.




"ESTEPONA LA HECHICERA

Por Leopoldo García Medina

    Habían quedado lejos, muy lejos, las tierras pardas de Castilla, austeras y sobrias como sus catedrales monumentales y sus murallas y castillos históricos. También las robledanas de Extremadura y los olivares andaluces.

        El último tren que tomamos en Bobadilla, nos dejó en Castellar de la Frontera. Debido a que la estación se halla muy lejana del poblado, hicimos noche en la sala de espera y almacén de mercancías, y, sería la del alba cuando descendimos a las márgenes del caudaloso río.

        Quedé maravillado ante la belleza espléndida del paisaje gaditano, pero la sorpresa subió de punto en mi alma infantil, al subir a una barcaza accionada por cables, que nos pasó a la orilla opuesta, donde nos esperaba una pequeña diligencia, tirada por tres caballos de vistosas colleras y sonoros cascabeles.


Barcaza propiedad de la familia Larios, destinada al transbordo de pasajeros en 
el río Guadiaro a la altura del Tesorillo-Secadero.
Fotografías: El rincón de Rosi, blogspot y Ernesto Caldelas Lobo.

        Y entre campos feraces, florecidos en la mañana primaveral, dimos vista a una venta del pintoresco pueblo de Tesorillo. Nueva sorpresa: otra gabarra de grandes dimensiones transbordó coches, viajeros y corceles, todo de una vez, a la inmediata carretera. Esto para un chiquillo resultaba algo fantástico, cual si estuviera viviendo uno de esos cuadros del Oeste americano.

El puente metálico sobre el río Guadiaro aún no estaba terminado, y la gabarra seguía haciendo sus funciones transbordando automóviles y pasajeros a la otra orilla. 
Fotografía: El corredor de la carretera N-340 como eje histórico del litoral andaluz. Agencia de Obra Pública de la Junta de Andalucía.

        La hermosura de la campiña iba superándose en proporciones considerables,  llegando al máximo, cuando de pronto apareció imponente, majestuoso como fuerte pincelada azul: el Mediterráneo y a la derecha el Peñón.

        Las plantaciones de caña dulce y la fábrica de azúcar de Sabinillas daban a estos lugares un ambiente tropical. Luego vino la presencia de túneles y puentes para un ferrocarril en proyecto, y que por cierto en proyecto quedó.

Ingenio de San Luis de Sabinillas propiedad de la familia Larios.


        Arroyo Vaquero, Guadalobón, Saladavieja, el faro en el promontorio rocoso. Y entre piteras y cañaverales, por una carretera polvorienta, pues en aquellos tiempos no se usaba aún el asfalto, atravesamos el seco Monterroso, entrando seguidamente en la calle Real, con estrépito de ruedas, caracoleo de herraduras y fandanguillos cascabeleros.

Promontorio frente a la ensenada del puerto y torre de Saladavieja.
Archivo Histórico Municipal de Estepona

Fotografía de 1914. Autor: Miguel Ramírez. Archivo: Ildefonso Navarro.


Archivo: todocolección

       Al entrar en la fonda de clásico patinillo, con profusión de macetas el alma de Andalucía, se iba metiendo en el corazón ¡Qué luminosidad! ¡Qué alegría!, para nosotros que procedíamos de las rastrojeras heladas de Salamanca o de las brumas norteñas. (A juzgar por la descripción del autor, posiblemente se refiera a la fonda La Curra. Dicha fonda estaba ubicada en la actual pensión Malagueña en la plaza las Flores. También tenía acceso por el Paseíllo -calle Real- en una puerta que había junto a la cafetería Imperial. A través de un largo pasillo a cielo abierto, flanqueado por macetas con una gran variedad de plantas y pavimento de cemento, desembocaba en la fonda y en un estudio de fotografía del fotógrafo Amador Galera.
En la entrada del pasillo del Paseíllo, había un letrero de madera que rezaba: Fonda Andaluza.)


Anverso y reverso de una fotografía realizada en el estudio de Amador Galera
 en la fonda La Curra. Archivo: todocolección.

        Hasta el repicar de campanas era diferente, parecía tener resonancias de malagueñas por soleares y seguidillas. La hospitalidad esteponense nos cedió de momento una planta baja dedicada a casino o bar, esquina al Paseíllo, mientras lográsemos piso más adecuado, que lo fue en una callejuela cercana a la tienda de los Cañadas y luego bajamos a la calle Real.
El Paseíllo. Archivo: Juan Ordóñez.

        Se me buscó una escuela en la replaceta de la iglesia, cuyo maestro creo recordar se llamaba don Pedro, señor de grandes bigotes, que tenía que bregar con casi toda la población escolar de la villa, por lo cual su genio a veces no era muy templado, pero que magnífico profesor de matemáticas fue para mí. Siempre he recordado con veneración a aquel maestro, héroe, como otros muchos, de la Educación Nacional. Condiscípulos míos fueron los Fernández, los Escarcenas, los Vallejos, los Chacones y otros muchos que siento no recordar.

El patio del cura. Esta es la replaceta de la iglesia donde estudió el autor
de este relato. Archivo: Juan Andrés Gaitán.

        Desde los balcones se veía al fondo, el encrespado mar en los días de furioso temporal de Levante y muchos esperaban con angustia la hora de la salida para correr a esperar a sus padres que luchaban con el terrible oleaje intentando poner a salvo sus vidas, y, allá íbamos todos presurosos con la pena en el corazón.

        Ya el rebalaje estaba lleno de hombres, mujeres y carabineros  dispuestos a la tarea de salvamento. Las barcas aparecían y desaparecían bajo las espumas procelosas, destacándose la figura erguida y bizarra del patrón en pie, gobernando el timón y los marengos aferrados como titanes los remos bogaban desesperadamente, hasta que una ola gigantesca alzaba la embarcación, llevándola en su cresta, en vilo, momento que era aprovechado para "chorrar" con maestría y arribar en tierra firme.
Naufragio de la embarcación el Bienvenida el 22 de enero de 1923. Esta 
fotografía se publicó en La Unión Ilustrada el 12 de febrero.
Autor: Juan Gaytán. Archivo: Juan Andrés Gaitán. 


        La barca era asaltada, entre el griterío alegre y jubiloso, y los marineros, estrujados, por los abrazos de los hombres y de los besos de aquellas buenas y valientes mujeres, que, deshechas en lágrimas, daban gracias a Dios por devolverles con vida a sus esforzados maridos.

        Otras veces el maléfico dragón marino no devolvía su presa humana y la playa se vestía de luto ...

        La casa donde vivíamos tenía unos hermosos balcones que daban a la calle Real y otros más pequeños que miraban al mar. En estos me pasaba la vida contemplando las faenas de los pescadores. Muy interesante era la saca del copo, entre chungas y bromas de los pescadores, ¡El que no tire con ganas es un malage! y hasta el carabinero de servicio echaba una mano.

Saca del copo. Autor: Juan Ordóñez
               Aquellos hombres inclinados sobre la arena, iban cobrando las cuerdas de grandes dimensiones, que colocaban con sumo cuidado en perfectos rollos y poco a poco, se aproximaban los corchos flotantes nuncios de la bolsa final en la que se debatían desesperadamente peces de múltiples colores.


        Entonces las pesqueras eran fabulosas, ¡Qué hermosura! De casa bajaban con un barreño, que por unas pesetas lo llenaban de chanquetes, boquerones, besugos vivitos y coleando. Siempre he recordado con deleite pescado tan exquisito y sabroso.

        Seguidamente los golpes de los remos con su monorítmico ton ton anunciaba la subasta de la pesca, que en transportes rudimentarios, pues no existían camiones, como ahora, ¡Qué tranquilamente se vivía!, era llevada a la capital y a los pueblos de la serranía rondeña.
    
        Otras de las estampas muy pintorescas eran los desfiles de carnaval ¡Qué bullicio en el Paseíllo! El tío de al higui, al higui, con la mano no, con la boca sí, al que seguía una prole de chaveas. Las murgas, con sus alegres pasacalles, aún recuerdo a una que iba cantando las notas patrióticas, eran los tiempos de la guerra de Melilla: <<Matemos a esos cobardes al grito de viva España>>; o la copla picaresca de: <<En el bote del Lobito un bollo yo me comí si no me "jincho" de agua malegrito verte bueno. ¡Qué alegría más sana y bulliciosa! Después para reparar fuerzas recalaba en el patio de los Naranjos, donde se trasegaba un vino acompañado de voladores secos, que era el no va más.
Año 1920. Carnaval en el Paseíllo. Archivo: Juan Andrés Gaitán.


        Mi paseo predilecto fue el del faro. Allí íbamos otro chico catalán y yo a nadar en invierno y en verano. El clima de Estepona es algo único, y no sé por que no se da en el parte meteorológico; he residido en Málaga, Almería, Alicante y ahora en Levante y no he encontrado cosa igual.

        Pues, bien, las rocas del faro, eran nuestro reino, las conocíamos al dedillo. Las pozas de agua transparente, donde "retozaban" los sargos, las doradas, mientras los cangrejos inmóviles tomaban el sol y los pulpos se pegaban perezosamente a las piedras, estas como entonces no se habían puesto de moda los mejillones, estaban cubiertas de este marisco en cantidad inmensa que nadie cogía.
La Roca del Gato de Hierro. Año 1918. Ese nombre proviene porque en la roca había unos bufaderos que al entrar y salir el agua, producían un sonido metálico parecido al maullido de un gato. En las pozas de esa roca, según relata el autor, es donde se divertía con sus amigos. Archivo: Portfolio Fotográfico de Estepona, localizado por Juan Andrés Gaitán.
 

        También las alcachofas que cultivaba el farista, eran objeto de nuestra predilección, aunque cuando aquel se daba cuenta había que poner pies en polvorosa.

        Muchas veces al regresar a la ciudad, éramos asaltados por grupos de chiquillos camperos que al grito de "gordas y relúas" nos disparaban con sus hondas de pita, con los apóstrofes de culitripis, señoritingos, peleas que terminaban bajo una higuera saboreando todos juntos el delicioso fruto.

        Al pasar por la fábrica de tapones, antes de llegar al Monterroso, visitábamos a un hijo del dueño que nos daba aquellas magníficas navajas corcheras de punta roma".

Al fondo, junto al río Monterroso, estaba situada la fábrica de tapones que
alude el autor. Si ampliamos la fotografía, se puede leer el rótulo en el muro.
Archivo: Francisco Javier Albertos.



Documento localizado por: Pilar Montes Martín.
        

        

     

        

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